El taller del alma

En otros tiempos sí una persona deseaba trabajar su espiritualidad, tenía la opción de ir a un monasterio, o convertirse en un ermitaño.Hoy también, pero la verdad es que no es tan sencillo para una madre o un padre o simplemente para una persona que debe trabajar para ganarse el sustento, la posibilidad de retirarse de la cotidianidad para trabajar el alma.

La vida cotidiana debe ser nuestro taller para el alma.
Venimos a éste mundo a trabajar aspectos de nuestra alma y cada situación que nos ocurre, cada lugar en el que estamos, es una oportunidad para éste trabajo.

Y es que lo que más nos confronta, nos amenaza, nos pone en situación de vulnerabilidad, es precisamente la relación con el otro. El otro es tu pareja, o tu jefe, o tu hermano, tu hijo, tu padre, tu amiga.

La intimidad es un viaje a lo desconocido. Ya Ortega y Gasset, el meditador del Escorial, lo escribió: «ningún territorio humano ha sido menos explorado que el del amor». Relacionarse con el otro nos enfrenta con dimensiones propias hasta entonces desconocidas.

En la relación de pareja, el ideal del amor nos distrae del camino del amor. En la relación con los hijos sucede lo mismo. Al dejarnos llevar por imágenes sobre cómo debe ser una relación, nos olvidamos del verdadero trabajo que debe hacerse en cada relación.

Nada ofrece mayor posibilidad de crecimiento que una relación con otra persona. Y todas las relaciones ofrecen dos posibilidades: adormecernos o despertar.

Cuando permitimos el abuso, cuando abusamos, cuando no ponemos límites, cuando nos extralimitamos, cuando juzgamos, cuando le echamos la culpa al otro de lo que anda mal en la relación, estamos adormeciéndonos. Y podemos llegar a atrofiarnos.

Cuando nos hacemos cargo de lo que nos pasa con el otro, cuando decidimos comunicar lo que realmente sucede, cuando descubrimos verdades profundas sobre el otro y sobre nosotros mismos, y sobre todo, cuando tenemos la humildad de reconocer que hemos de pulir nuestro ego para poder crecer en la relación: es cuando estamos despiertos.

Los conflictos son precisamente las oportunidades de crecimiento. Los conflictos, cuando se enfrentan, nos obligan a ser más flexibles, más amorosos, más pacientes: más humanos.

Para construir una relación de largo plazo se requiere de fuerza, de valentía, de perseverancia, de compasión, de generosidad, de honestidad. ¿Cómo no admitir que son las relaciones profundas nuestro taller para el alma?

Además, para que la relación con el otro crezca, necesitamos de una mezcla de racionalidad e intuición. Necesitamos estar disponibles sí el otro nos necesita. Necesitamos saber ceder.

Lo que nos impide relacionarnos mejor y más profundamente con el otro tiende a ser nuestro miedo a conocernos y a ser vistos por el otro. Todos nosotros tenemos dentro dos fuerzas opuestas: una que quiere abrirse y relacionarse y la otra que teme y prefiere encerrarse. Depende mucho de cómo nos fue en nuestras primeras relaciones: padre, madre, hermanos, para que una de éstas dos fuerzas predomine sobre la otra.

Al observar los problemas más frecuentes de nuestras relaciones adultas, podemos conocer y reconocer cuáles fueron nuestros problemas más antiguos. Nos pasamos la vida reproduciendo los patrones de nuestras primeras relaciones. A menos que nos demos cuenta y trabajemos honesta y constantemente con nosotros mismos, no lograremos modificar esos patrones.

Es así que nuestras dificultades con las personas más cercanas a nosotros nos dan el mapa a seguir. Nos dan las pistas sobre nuestro trabajo del alma. Es así que el amor es efectivamente, la fuerza de transformación más poderosa que existe.

Publicado por Rocio Arocha

Dedico mi vida profesional al psicoanálisis individual y de pareja. Soy docente en las Maestrías en Psicoterapia General y de Niños y Adolescentes en la Asociación Psicoanálitica Mexicana y soy candidata a Doctora por la misma institución.

2 comentarios sobre “El taller del alma

  1. y lo peor es que nuestra vision del otro esta condicionada por la vision de nuestra historia, si existe un autoconocimiento profundo,humilde… la vision del otro sera misericordiosa y nuestras expectativas de el, mas abiertas y menos juzgonas… el otro me refleja lo que me gusta y no me gusta … de mi…
    Que maravilla poder entrar en una relacion sin tanto bagage y tambien sin tanta expectativa, tomando lo que hay y dando lo que tenemos, aprendiendo unos de otros… este taller del alma no termina jamas, como el crecimiento…

  2. Rocio me encantó lo que escribiste sobre el taller del alma. Es verdad que nos pasamos la vida repitiendo patrones antiguos de nuestras relaciones tempranas si tener conciencia de esto. Gracias por tus valiosas aportaciones. Saludos desde Puebla.

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