Somos seres en desarrollo y día a día vamos enfrentándonos a situaciones nuevas, diferentes, en las que estamos obligados a actuar, a decidir, a responder. No tenemos un instructivo grabado dentro de nosotros para saber cómo actuar de la mejor manera.
Algunos, hemos dedicado tiempo y esfuerzo en reflexionar sobre quiénes queremos ser y cómo queremos portarnos con las demás personas. Y tenemos entonces una idea, una guía, una escala de valores. Para algunos de nosotros, es muy claro que no deseamos lastimar a otros con nuestras palabras y nuestros comportamientos. Me cuento entre ellos. Y sin embargo, lo hacemos. En medio de una conversación, de una reunión, en algún momento de un día difícil, provocado por la superficialidad o el estrés, cometemos un error. Y lastimamos a un ser querido.
El remordimiento, la conciencia de haber hecho algo que nos duele, el dolor de ser nosotros los causantes del dolor de otro, es enorme. Debemos darle un sentido. El primer sentido es aprender la lección. Reflexionar sobre los detonantes que nos llevaron a hablar sin pensar o a cometer aquella acción. El segundo es tener la humildad suficiente para pedir perdón.
La condición indispensable para pedir ese perdón es reconocer a cabalidad la acción cometida. Se debe elaborar un breve pero sustancioso discurso en el que, con el corazón en la mano, le digamos al otro: «reconozco que dije esto o que hice esto que te lastimó, me duele haberlo hecho y lo lamento en verdad. Me doy cuenta que me equivoqué y cargo con ello».
El otro, al saber que estamos conscientes del daño cometido y que sentimos dolor sincero por ello, sabrá perdonarnos y habremos crecido en responsabilidad.
No dejes que tu soberbia te impida decir lo siento. Las relaciones son muy complejas y todos dañamos, sin intención, a los que más amamos, pero en ese camino de humanizarnos, de ser mejores, existe la maravillosa posibilidad de reconocer que nos equivocamos y que podemos reconocerlo.
Te felicito por tu página y las reflexiones que tienes, esta que trata del perdón se me hace muy buena.
Es responsabilizarnos de lo que sale de nuestra boca, estando conscientes, de que si ya la regamos una vez, podemos al menos hacerle ver a quien ofendimos que nos interesa y queremos reparar el daño, aunque sea de manera parcial, porque no siempre se puede reparar la relación por completo.
Tata: que gusto que hayas entrado a mi página. Coincido contigo en que no siempre se puede reparar el daño por completo pero es mejor intentarlo que quedarse callada, seguro. Recibe mi abrazo que va con especial cariño para ti. Rocío