Cuando en la infancia se viven pérdidas especialmente dolorosas, cómo puede ser la muerte de un padre o una madre, la separación de los padres, el divorcio, la muerte de un hermano, o la vivencia del sufrimiento a través del comportamiento de un padre alcohólico o de una madre neurótica, el proceso de duelo no suele completarse.
Es casi imposible pensar en que al mismo tiempo que se está desarrollando nuestra personalidad, podamos elaborar el dolor que padecemos. Lo que hacemos, a cambio, es desarrollar mecanismos y pautas de comportamiento que nos protejan del sufrimiento. Podemos decidir no volver a amar para que no nos defrauden de nuevo. Podemos decidir no volver a sentir para poder sobrevivir. Podemos volvernos agresivos para que nadie nos lastime. Hay tantos modos de hacer esto cómo personas en el mundo.
El problema es que si bien, estas pautas de comportamiento nos ayudan a sobrevivir, al paso de los años se convierten en un estorbo para relacionarnos y para poder disfrutar de la vida.
Es necesario trabajar nuestros duelos, cerrar el ciclo, hablar del dolor hasta que deje de doler. Es necesario acariciar nuestras heridas que están grabadas en cada célula de nuestro cuerpo. La vida debe disfrutarse a pesar de las negligencias que hayamos sufrido en nuestra infancia. Aún más: eso que vivimos debe ser el acicate para valorar lo bueno, para aprender, para crecer y para hacer lo que esté en nuestras manos, para romper esos ciclos de dolor. Quién te lastima lo hace por ignorancia. Y si tu lastimas a alguien, eres ignorante.
Hablar con la verdad y admitir el dolor es la mejor forma posible de darnos la oportunidad de construir una maravillosa vida.
GRACIAS ROCIO, SALUDOS DE ROSA ELENA ROSADO, OJALA Y ME LLAMES 9935901135 ESTOY INTERESADA EN TERMINAR Y SER LOGOTERAPEUTA.
Date: Sat, 26 Jan 2013 14:36:11 +0000 To: rerosado@hotmail.com