Cuando en una relación existe un secreto, algo sobre lo que ya no se puede hablar, un tema vetado o espinoso, la relación se va haciendo cada vez más distante. Si decides callar algo en una relación hazlo con la conciencia de que te irás separando, poco a poco pero irremediablemente, de esa persona. Nada separa más.
En una familia o en cualquier grupo, cuando un miembro se decide a compartir con alguien un secreto que no compartirá con los demás miembros, se sentirá muy unido a su cómplice, pero se irán separando y destruyendo las relaciones con los demás.
Si un secreto tiene fecha de expiración lejana, cuanto mejor haya sido guardado, más intereses habrá ganado: los daños serán inmensos. Las heridas incurables.
Si una madre, por ejemplo, hace cómplice a uno de sus hijos de un secreto, lacera sin remedio la relación de ese niño con los hermanos. Ese niño se sentirá muy unido a su madre, pero muy separado a sus hermanos o a su padre. No le hagas eso a un niño. No mientas, no lo hagas cómplice de secretos.
No permitas que alguien quiera hacerte cómplice de sus secretos. Esa sensación de unión que da la complicidad se paga muy caro: distanciarte de los demás. Recuerda que los demás pueden perdonarnos todo menos la mentira.