Nuestro grupo familiar nos hereda muchas cosas: nos da un sentido de pertenencia, nos provee de valores, de creencias, de modos para enfrentar a la vida. Nos enseña sobre el matrimonio, sobre el dinero, sobre la educación: desde como preparar un platillo, como alimentar a un bebé, como celebrar una fiesta. Nos enseñan sobre como son los hombres, las mujeres, los jefes, los empleados. ¡Y que bueno! Necesitamos de nuestro grupo familiar para hacernos de una vida.
Sin embargo llegará el día en el que tendremos que dejar de «pensar y actuar como ellos» para empezar a pensar por cuenta propia y a actuar en consecuencia. Hacer esto es muy doloroso, y lo es porque se despiertan sentimientos de culpa, hay remordimientos, hay sensaciones de vacío, hay sentimientos de traición. Desidentificarse con el clan familiar duele. Duele mucho. Y seguramente nos encontraremos con opositores que nos señalarán y nos acusarán por esto.
Si tu estás repitiendo la historia de tu madre, o de tu padre, o de un hermano que ya no vive, o de una abuela o de cualquiera de tu familia…es seguro que no has logrado dar ese paso que requiere resistir el sentimiento de culpa pero que es fundamental, indispensable para salir de esa repetición que te limita y te impide escribir tu propia historia.
¿Te atreverás a cuestionar lo que te enseñaron? ¿Les dio resultado vivir con esas creencias? ¿Qué repetirán tus hijos si no desatas los hilos de tu historia familiar?
Rocío
Yo estaba repitiendo la vida que aprendí de mis padres: tenía mi casa, un esposo relativamente bueno, mi parejura de hijos, amigos, familia, y todo muy convencional. Todo pintaba bien, todo era perfecto pero a causa de las mañas de mi marido yo cometí el error de traicionarlo y digo error porque no fue el hecho de terminar nuestra relación sino la manera. Todos mis amigos y familiares me abandonaron , me señalaron, me dieron la espalda.
A veces me arrepiento de haber renunciado a repetir la vida de mis padres, cuando sopeso todo lo perdido, la soledad con la que he vivido desde que explotó esa bomba, la lejanía de mi hijos, etc.
Pero yo quería devolverle a mi marido una de cal…. El problema fue que yo nunca lo expuse y quedé como la mala del cuento.
No se qué tanto valió la pena
Karina: gracias por comentar tu historia. Creo que das en el clavo cuando dices que «la forma» no fue la mejor. Pero siempre hay posibilidades de reconstruirse, de juntar los pedazos, de reparar y de seguir adelante con la sabiduría adquirida. Te mando un abrazo y te deseo mucha suerte. Rocío
Hola Rocio! un artículo muy interesante y me llego bien adentro…no sé por qué no se publicó mi comentario de ese día…. un abrazo fuerte
Xisca: aquí va publicado tu comentario y un abrazo grande. Rocío