Cuando cometemos una equivocación tenemos siempre dos alternativas: admitirla o negarla.
Si la niegas, los implicados dejarán de respetarte. Tu no tendrás posibilidades de crecer. Tu mismo te irás perdiendo el respeto poco a poco. Te lamentarás mucho por no aprender de tus errores.
Si admites tu equivocación los implicados sentirán cierto alivio. Se equivocó conmigo pero al menos lo reconoce. Admitir tu equivocación implica decir «hice esto mal y lo lamento». Debes describir tus actos. No basta con decir «perdón». El perdón pedido sin reconocimiento absoluto del error no sirve. Hasta cae mal. Admitir tu equivocación te hace humilde. Y la humildad es la virtud esencial para crecer.
Ninguno de nosotros somos perfectos. Todos cometemos errores. A veces son muy graves y a veces son menores. Eso no te quita dignidad ni valor. Lo que indigna es que alguien te lastime o te haga daño y no sea capaz de admitirlo.
Y si es otro el que se equivoca contigo, y lo lamenta y te pide perdón…recuerda lo que se siente equivocarse y dale el mejor de tus abrazos. Equivocarse es doloroso. No admitirlo es terrible. Aprender de la experiencia es maravilloso. Es crecer. Y a eso llegamos a este mundo.
Bravo! admirable