Cuando dedicamos tiempo y energía a las personas, éstas viven para nosotros. Cuando les damos espacio en nuestra mente, cuando las recordamos, cuando destinamos tiempo para pensarlas.
En nuestra vida, afortunadamente, nos acompañan algunas personas que ya han muerto pero que siguen vivas en nuestro pensamiento. Cuando las pensamos, las honramos. Estamos por lo tanto rodeados de seres que ya se han ido. Creo que sólo dejamos de existir cuando ya nadie piensa en nosotros.
Es posible morir en vida, cuando dejas de ser importante o valioso para alguna persona. De hecho, cuando una persona ya no nos cabe en nuestra vida, de algún modo es darle muerte a esa relación. Y a veces es necesario hacerlo.
Para mantener con vida una relación hay que destinarle tiempo, energía, pensamiento. Hay límites de tiempo y de espacio para cada quién, por lo tanto hay que discriminar y elegir cuidadosamente a qué y a quiénes les dedicamos nuestro espacio: estén vivos o muertos.