Recibo un sinnúmero de correos en los que el motivo central de consulta es el temor a los hijos, especialmente si estos son ya adultos. Tenemos miedo de que nos contesten mal, que sean groseros, que se vayan de la casa y de que nos dejen de querer. Desde ese lugar, nuestras respuestas a sus comportamientos indebidos e irrespetuosos son débiles, frágiles, sin fuerza.
Estas respuestas hacen que nos falten aun más al respeto. Si tu temor es que te dejen de querer te aseguro que mientras menos te respeten menos te quieren.
Nuestra responsabilidad para con los hijos es educarlos y ayudarlos en el camino de ser independientes: que logren mantenerse a sí mismos y ser autónomos. Toda sobreprotección es agresiva porque se limita la capacidad del que la recibe para desarrollar sus potencialidades.
Los límites deben ser expresados en voz alta, deben ser muy concretos y puntuales y se deben de cumplir. Si amenazas con hacer algo que no estás dispuesta a cumplir simplemente el hijo te toma la medida y desarrolla una sordera ante tus palabras. Si gritas estás autorizando ese modo de comunicación.
Atrévete a exigir respeto, y comienza por darlo.