Todos envidiamos muchas cosas, muchas veces el día. Algunos somos conscientes de ese sentimiento que corroe, que puede incluso enfermar. Cuando nos damos cuenta de ello, podemos hacer algo positivo, cuando no nos damos cuenta, convertimos a nuestra envidia en destrucción.
Probablemente las personas que mayor envidia suelen despertarnos son nuestros hermanos o hermanas. La rivalidad por el amor de los padres comienza desde el nacimiento.
Hay padres y madres que fertilizan esa envidia al mostrar inclinación por alguno de sus hijos. Pero aun si los padres son humanamente justos entre sus hijos, no faltará una que otra Griselda o Anastasia envidiando la belleza y la fortuna de Cenicienta.
Ser amada, ser bonita, tener éxito social o familiar puede despertar la ira de una hermana. Tener un buen trabajo, buenos hijos o un buen matrimonio puede enfurecer al más tranquilo de los hermanos.
El problema estriba en sentir culpa o en sabotearnos con tal de impedir la envidia, que, de todas maneras, existirá. Lo único que se puede hacer para neutralizar la agresión proveniente de la envidia que se despierta en un hermano o hermana es nada. No hay modo de evitarla. Hay que seguir buscando el bienestar, aunque a los demás les duela.
Querida Rocio muy cierto mi hija siempre me a reclamado que quiero mas a mi hijo que a ella y eso no es verdad yo los quiero igual, ella odia a su hno nunca lo a visto como tal ,precisamente hoy le decía a mi hija que muchos dicen es una bendición tener un hno y tu lo odias sigue enviando reflexiones te lo agradezcco mucho y un abrazo
Gracias María por escribir y leerme. Me imagino que tu hija está muy celosa de su hermano… a lo mejor tú sin darte cuenta o en secreto lo prefieres y por eso ella está tan celosa… un abrazo, Rocío