Hablar con la verdad suele ser difícil. Preferimos matizar, adornar, decorar, minimizar o maximizar aspectos de nuestra realidad con tal de no sentir el dolor que supone reconocer las cosas como son.
Es curioso que nos creemos eso de «si no hablo de esto, va a desaparecer». O por lo menos hacemos hasta lo imposible por creerlo.
Pero eso no ocurre jamás. Lo que se esconde crece, se alimenta de la misma energía con lo que lo estoy ocultando y se va haciendo cada vez más grande, más difícil de enfrentar, más complicado de tocar.
Y mucho más costoso solucionarlo.
Es poner encima de la humedad de una pared un cuadro, y luego uno más grande ante la grieta que va creciendo, al cabo del tiempo una cortina y cuando ya no alcanza para tapar aquello, hasta un telón de teatro. La pared se va a caer. Y me va a salir carísimo arreglarla.
Si en su lugar, en el momento en el que detecto la humedad voy a buscar ayuda, raspo la humedad, uso el impermeabilizan adecuado, sale mucho más barato, tengo menos desgaste de recursos y además adquiero lo más importante de todo: paz mental.
La mentira enferma, separa, destruye, aniquila a las relaciones, deteriora la personalidad, lastima y hiere. La mentira no sirve para nada.
Querida Miss Rocio.
Voy 100% de acuerdo con tu escrito y coincido tanto con lo que cometas , que inicie el proyecto de “UBICATE” que tendré el gusto de platicarte el próximo miércoles.
Recibe mi cariño y afecto.
Raul Pardo