Nuestro cerebro funciona como velcro para lo negativo y como teflón para lo positivo. A lo malo le damos vueltas, volvemos sobre ello, nos la pasamos rumiando. Pero para todo lo bueno solemos darlo por hecho, no lo agradecemos, se nos olvida registrarlo.
Las cosas buenas de todos los días pueden parecer menores, pero no lo son. A veces las vemos pero no las sentimos. Reconocer lo delicioso que puede ser pasar agua por la garganta, tener oportunidad de aprender algo nuevo, sentir la suavidad del pelaje de un gatito, sabernos queridos por un amigo, todas cosas positivas que no nos detenemos a contemplar.
Y las malas experiencias…casi todas pueden ser una gran fuente de aprendizaje. Nos hacen más sabios, más fuertes, más alertas. Y en ocasiones, eso que parece tan malo es justamente lo que nos hacía falta para ver con claridad algo que hemos estado negando.