Las posibilidades para aprender están a nuestro alcance cada día. Las oportunidades son infinitas. Cada persona tiene algo que enseñarnos. Y especialmente cada situación que se nos presenta, especialmente si es dolorosa.
Es cierto, el sufrimiento es un gran maestro. El sentimiento de tristeza nos obliga a reflexionar. Cuando nos sentimos así, volvemos la mirada hacia nosotros y nos damos cuenta de lo que es verdaderamente importante.
El dolor es una especie de semáforo en rojo que nos advierte: deja de hacer tal o cual cosa, cambia de rumbo, adquiere mejores hábitos, aprende a callar, etc. El dolor nos avisa sobre lo que no estamos haciendo bien.
Es mucho mejor dejarse vencer. Llorar, lamentarse en lo íntimo (los demás no tienen porqué cargar con nuestras penas), poner un alto y ser humildes para reconocer nuestros errores, aprender de ellos y mejorar.
De tal modo que logremos transformar al dolor en una oportunidad para crecer. Si lo negamos sólo lograremos aumentar el sufrimiento. Si lo reconocemos podemos hacer algo productivo de ese dolor.