La amenaza de la desolación está siempre presente en nuestras vidas. La desolación significa estar sin mí. Es uno de los sentimientos más terribles que existe, y parece que todos le tememos y lo confundimos con la soledad.
Todos nosotros estamos destinados a pasar muchos momentos de soledad, incluso a vivir solos por temporadas: más vale aprender a hacerlo antes que volvernos esclavos o tiranos.
Estar solos geográficamente, es decir, sin una persona que nos es próxima al lado, lejos de ser negativo es una condición indispensable para logar sentirnos acompañados. Hay familias de desolados muy bien organizados, que van juntos a todas partes pero ninguno sabe lo que el otro siente o piensa.
Quedarnos solos es quedarnos con nosotros mismos: es enfrentarnos a lo que hemos hecho, a lo que hemos dicho, es convivir con el silencio. Es convivir con la idea de nuestra libertad, de nuestra muerte, de que somos solos. Es reconocer que nosotros tejemos los hilos de nuestra vida y que otros estén ahí, a veces, nadie puede vivir nuestra vida por nosotros mismos.
La desolación puede ser el punto de partida para llegar a la soledad. La soledad es deseable porque es ahí donde descubrimos nuestro propio yo, donde estamos en condiciones de reflexionar y de tomar postura ante el mundo: ¿qué quiero?, ¿que ya no quiero?,¿hacia donde voy?
Cuando nuestra riqueza la hemos depositado en otros bancos y no en nosotros mismos le tememos más a la soledad y nos sentimos aburridos ante ella.
Las personas que no saben estar solas van desarrollando características que eventualmente les impiden estar bien en compañía: no escuchan, hablan de más, interrumpen, son superficiales, son desorganizadas y desorganizantes, alteran el ambiente en el que están.
¿Cómo desarrollar nuestra capacidad para estar en soledad? Mi recomendación es: comienza a practicar estar unos minutos contigo, sin estímulos como radio, televisión o música. Puedes intentar dar un paseo de 10 minutos y cada día le aumentas unos minutos. Llegará el día en que sientas que es imposible vivir sin estar en soledad!!
Ahora bien: la clave fundamental para no sentirse desolado es saberse centro de iniciativa y sujeto para otro. Esto significa ser responsable de mi vida y generar mis propias ideas, mis propias decisiones, y además saber que somos amados y tomados en cuenta por otros. Eso es ser sujeto para el otro. Cuando lo he experimentado ya no puedo sentirme solo en soledad. La paradoja es que sólo puedo lograrlo cuando he estado sola.
En la soledad me siento vulnerable. En la soledad me doy cuenta cuánto necesito amar y cuánto necesito ser amada. En la soledad tomo la decisión de ser vulnerable para el otro, y solo entonces, me comunico con el otro íntegra y sinceramente.
En la soledad enfrento a mi vida, y más vale que lo haga antes de que la vida me enfrente a mí.