Palabras mágicas para decir adiós

Cuando tu pareja te deja el sentimiento de desolación es terrible. Parece que la vida se acaba y la tristeza se mezcla con el enojo y el miedo dejándonos devastadas. Nos hace falta enfocar bien la situación, cada persona es un maestro que entra a nuestra vida para enseñarnos algo, debemos agradecer la lección y liberar al otro perdonándonos a nosotros mismos.

Hay palabras que repetidas muchas veces sirven como bálsamos curativos. No debemos decirlas en voz alta: debemos pensarlas. Las hay para diversos objetivos, y son de una gran efectividad. En ésta ocasión, les regalo las que son más útiles para sanar el dolor de la despedida:

«Gracias por lo que me diste. Aprendí lo que tenía que aprender contigo. Siento haberte lastimado. Estamos en paz, te dejo ir, yo seguiré mi camino con alegría porque me he perdonado»

¿Juntos o separados?

Uno de los dilemas a los que se enfrentan las parejas es al tema de cuánto tiempo pasar juntos y cuánto tiempo separados. En muchas ocasiones no hay posibilidad para elegir: simplemente uno de los dos o los dos trabajan y deben separarse para cumplir con su labor. En estos casos el problema se presenta en el manejo del tiempo libre.

¡Ya estuviste fuera todo el día y ahora no quieres estar conmigo! ¡Trabajas toda la semana y el sábado te quieres ir a jugar con tus amigos y me dejas sola! Estas demandas suelen ser muy comunes especialmente en los primeros años del matrimonio.

¿Quién te dijo que tu marido te iba a acompañar cuando no quieras estar sola? ¿En que lugar está escrito que el tiempo libre de tu pareja debe ser para ti? ¿De donde sacaste que ella después de trabajar su único interés eres tu?

Un persona completa tiene intereses diversos: su trabajo, su tiempo para leer, para hacer deporte, para estar con sus amigos, para descansar, para estar con su familia de origen y para estar con su pareja.

Cuando estamos separados de nuestra pareja podemos recordar, pensar, analizar sobre nuestra relación, valorar nuestros comportamientos, ponderar sí nos gusta cómo somos o no. Es bueno estar separados. Se fomenta nuestra autonomía e independencia. Es saludable. No debemos temer a estar solos. El miedo a la soledad es el miedo a saber quién soy. Y no se puede tener una buena vida si no sé quién soy.

Escucha Activa

Saber escuchar no consiste en quedarse callado mientras el otro habla. Eso puede ser a veces hasta insultante. La escucha activa es un arte y cómo tal, debe practicarse. Es indispensable que cuente con los siguientes elementos:
1. Querer escuchar al otro, en serio.
2. Despojarme de mi necesidad de opinar, contar cómo lo viví yo, aconsejar, decir lo que yo siento, quedar bien, impresionar, etc.
3. Evitar distracciones cómo: teléfono celular, blackberry, iphone, necesidades narcisistas. De preferencia un ambiente cálido y silencioso.
4. Darme tiempo y darselo al otro.
5. Ante las palabras del otro, hacer expresiones no verbales que muestren que estoy escuchando. Gestos faciales principalmente.
6. Hacer preguntas inteligentes y cortas, que tengan la intención de aclarar algún punto. Esto es lo más difícil.
7. Decirle al otro lo que su discurso me hace sentir o pensar. Breve, concreto, sincero, real.

Esto significará darle un acuse de recibo. Te escuché, entendí lo que quieres decir y me siento afectada por ello.

Lo mejor de la vida es relacionarse profundamente con otro ser humano. Es lo que más aumenta la calidad de mi vida. Lo malo es que aún no hay una tienda que venda pastillas para «saber escuchar». Es un trabajo que requiere de amor, de voluntad, de paciencia. ¿La recompensa? infinita.

Conocer la verdad

Aristóteles escribe que «todos los hombres desean por naturaleza saber». El conocimiento de la realidad siempre le es conveniente al hombre. La verdad es casi siempre compleja y sin duda rescata a la persona con un ser capaz de autodeterminarse.

Elegir lo que deseo hacer o dejar de hacer depende del conocimiento que tenga de mi verdad. Nunca es mejor «no saber». Solemos negar nuestra realidad o aspectos de la misma por temor. A veces también lo hacemos por comodidad. El mecanismo de defensa llamado negación se activa en cuanto contactamos con situaciones personales dolorosas: infidelidad de nuestra pareja, descuido en nuestras finanzas, problemas con nuestros hijos, negligencias cometidas por nosotros mismos, adicciones.

Engañarnos a nosotros mismos es imposible. Engañar a los otros requiere de inmensas cantidades de energía. Cuando te dices tu verdad estás en condiciones de actuar a partir de ahí. El reconocimiento de la verdad es indispensable para alcanzar el bienestar.

Prueba a decirte tu verdad. Contacta con tu realidad y nómbrala. Sentirás una libertad inimaginable.

¿Hacia donde vas? ¿Con quién?

Estas dos preguntas son fundamentales y deben responderse en ese orden.

Sí no sabes hacia donde estás dirigiendo tu vida: tu energía, tu tiempo, tus esfuerzos cotidianos, será muy fácil que te pierdas. ¿Lo sabes? ¿Tienes claro cuáles son tus objetivos? ¿Quién quieres llegar a ser? ¿Qué estás haciendo para lograrlo? Cuando nos estamos esforzando día a día en el logro de nuestras pequeñas y grandes metas la vida se vive mucho mejor. Hay motivación, estímulo, sentido. Y sí, yo sé muy bien que en ciertos momentos nos salimos del rumbo, nos desviamos, nos perdemos. Pero sí sabemos bien hacia donde queremos llegar podemos retomar una y otra vez el camino. Y de eso se trata la vida. No de llegar, sí de viajar.

Es fundamental saber primero hacia donde quiero llegar y entonces escoger a mis compañeros de viaje. Es más, cuando sabes bien a donde vas encuentras a tus acompañantes. El problema es buscar primero acompañantes y después elegir el destino. Así no es posible llegar, porque lo más probable es que sí lo que has buscado siempre es en primer lugar la compañía vayas hacia donde esa persona va.

En el tren de la vida es esencial elegir el destino y con boleto en mano, mapa e instrucciones para el viaje, subirse al vagón. Ahí estarán esperándote los que tienen el mismo objetivo. Te lo aseguro, no estarás nunca sola.
Subirse siguiendo a un pasajero que no sabe a donde va no es recomendable. No subirse es correr el peor riesgo de todos: no arriesgarse a viajar. Bajarse en alguna estación para cambiar de rumbo es casi siempre lo más indicado. Si vas mal acompañada a quién sabe donde mejor bájate del tren un rato. Y si no sabes a donde vas, te recomiendo que te sientes mucho rato a pensar.

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar