Guía breve sí tus hijos viven con un alcohólico

Sí tus hijos tienen un padre o una madre que tiene problemas con la adicción al alcohol u otras drogas, es muy conveniente que tomes en cuenta estos puntos:
1.Trabaja en tu crecimiento personal, acude a terapia y a un grupo de codependientes: Alanon.
2.Escucha a tus hijos, aunque lo que digan sea doloroso y desagradable, ellos tienen derecho a sentir y a expresarse.
3.Habla siempre con la verdad a tus hijos.
4.Edúcalos sobre la enfermedad del alcoholismo.
5.Anímalos para acudir a terapia emocional.
6.No niegues tu realidad ni la de tu pareja ni la de tus hijos.
7.No los protejas de conocer las consecuencias de la conducta alcohólica.
8.No tengas miedo de mostrarles tu cariño y tu amor.
9. Es esencial que se hagan cargo de sus propias responsabilidades. Es fundamental que tengan límites claros y definidos
10. No intentes compensar tus culpas siendo sobreprotectora, eso los dañará más.

A cada hijo le toca vivir circunstancias especiales con sus padres. Los hijos pueden sobreponerse a un ambiente adverso siempre y cuando se les hable con la verdad. Lo peor que existe entre padres e hijos es la mentira y la negación de la realidad. Ahora bien, no debes permitir nunca el abuso ni la violencia hacia tus hijos. Tu deber y responsabilidad es respetarlos y cuidarlos. Lee la Declaración de los Derechos de los Niños.

Depresión y atención

Cuando una persona se encuentra deprimida y cuando padece de ansiedad, su capacidad para escuchar a los demás disminuye notablemente. Lo peor que podemos hacer cuando estamos ansiosos, preocupados o deprimidos es dejar de relacionarnos con los demás.

La depresión y la ansiedad nos impiden estar atentos al mundo y particularmente a las personas que nos rodean. Es muy difícil poner atención a lo que está pasando afuera de nosotros cuando todo el tiempo estamos pensando en nosotros, en lo que nos afecta, en nuestras carencias. Y es una calle de dos vías: cuando nos olvidamos de nosotros mismos y hacemos ese esfuerzo de escuchar atentamente al otro, de modo casi mágico, dejamos de sentir tanta tristeza.

Algunas recomendaciones para escuchar mejor son:
1. Reconocer que los demás no son como yo, que piensan diferente, que están en un momento de vida diferente y que es interesante conocer que pasa dentro de ellos.

2. Ver a los ojos de quién te está hablando. Sentir curiosidad por cómo habla, que dice, cómo lo dice.

3. Dar «acuse de recibo», esto significa hacer comentarios que le aseguren al otro que lo estoy escuchando, sentir las palabras del otro, dejarnos afectar por el discurso del otro.

Escuchar a los demás es muy productivo. Aprendemos, nos relacionamos mejor y nos lleva a estar en el aquí y el ahora, nos ayuda a salir del ensimismamiento que, en caso de estar deprimidos o de ser muy ansiosos, nos hace tanto daño.

¿Quieres curarte de la depresión? Escucha atentamente a las personas que te encuentres cada día. Sí no es la mejor medicina, se parece mucho a ella.

Los hijos de alcohólicos

Diversas investigaciones sobre las características que se desarrollan en la personalidad cuando se crece con un padre o con una madre alcohólica coinciden en que hay algunos rasgos comunes a todos los hijos de alcohólicos, que describo a continuación:

1. Dificultad para discriminar sí un comportamiento es normal o no.
2. Usar con frecuencia la mentira.
3. Dificultad para divertirse.
4. Buscar continuamente la aprobación de los demás.
5. Reaccionar de modo exagerado ante el rechazo de los otros.
6. Sentimientos de ser inadecuado, diferente.
7. Lealtad hacia los padres, mientras más daño hicieron más intenso el sentimiento de lealtad.
8. Propensión a desarrollar alcoholismo y tendencia a casarse con personas alcohólicas.

Sí has crecido con un padre o con una madre alcohólica es muy posible que te identifiques con alguna de estas características. Necesitas ayuda profesional, para revisar, analizar y sanar las enormes heridas que una infancia así nos deja. ¿Hay esperanza? Claro que sí. Nosotros elegimos a nuestros padres porque ahí se encontraban los elementos para aprender lo que vinimos a aprender. Pero necesitamos hablarlo, trabajarlo y sobre todo: perdonarnos a nosotros mismos.

Desafiando creencias

Las creencias, dicen algunos, están en el corazón. Una creencia es una idea que habitualmente tiene un contenido afectivo y que toca zonas muy profundas de nuestra identidad. Algo así como «yo soy lo que creo».

Algunas creencias son maravillosas y es beneficioso conservarlas.Sí yo creo que me merezco una salud perfecta y actúo en consecuencia el resultado es positivo.

El problema comienza con las creencias irracionales negativas acerca de mi y de los otros. Algunas personas creen que no merecen nada bueno, otras creen que son tontas o feas. Otras creen que a causa de alguna limitación o defecto o que por haber cometido un error en el pasado ya no merecen el amor, la felicidad, el bienestar o la salud.

He aquí una brevísima lista de acciones que pueden ayudarnos a desafiar creencias negativas:

1. Pregunta a personas de confianza sobre esas ideas tuyas que te hacen sentir menos. Por ejemplo: ¿tu crees que yo merezco ser feliz?. Escucha con mucha atención la respuesta.

2. Pregunta a personas que han logrado más que tú ¿como le hiciste para creer que merecías esto?

3. Revisa las creencias de tus padres. Las creencias más limitantes las hemos aprendido en la infancia. ¿Que pensaba tu madre sobre el amor? ¿Que creía tu padre sobre el dinero? ¿Cuanta felicidad se merecían tus padres?

4. Pon atención a tus palabras. Sí todo el tiempo dices «yo soy pobre» o «yo soy fea» estás generando terribles limitaciones en tu vida. Cambia tu discurso y cambiarás tu vida.

5. Observa a personas que teniendo carencias parecidas a las tuyas lograron desafiar esas ideas y llegaron lejos. Lee sus biografías, escucha sus historias.

Somos lo que creemos que podemos ser. Somos nuestra propia causa.

Secretos y mentiras

Nada más tóxico para una relación que los secretos y las mentiras. Los secretos alejan, confunden, lastiman. Expertos afirman que una mentira o un secreto en la familia es el factor que más consecuencias emocionales negativas genera. Alguien decide, en la casa, ocultar una situación. A veces la situación es evidente: el padre es alcohólico. Pero nadie dice nada. Aunque todos perciben su mirada perdida.

Tenemos la creencia de que sí no hablamos de algo va a dejar de existir. «Si no lo digo a lo mejor no es» y dejamos que unos niños sean testigos de cómo su padre golpea o se tambalea pero no hablamos del tema, o lo disfrazamos: no se dice que un abuelo se suicidó sino que tuvo un accidente. No se dice que es alcohólico sino fiestero. No se dice que es flojo sino que no ha encontrado su vocación.

El disfrazar, maquillar, adornar y hasta ocultar lo que sucede dentro de la familia no sólo no ayuda sino que entorpece la elaboración del trauma, es decir: la curación. Ante una situación dolorosa debemos, en primer lugar, ponerle nombre, y en segundo lugar, hablar de ella. Con todas sus letras. Con el nombre correcto y valientemente.

A un niño no se le puede decir que su papá se fue a trabajar lejos sí en realidad se ha muerto. Todos tenemos derecho a conocer la verdad. Ya Aristóteles escribió: «todos los hombres desean por naturaleza saber». La realidad, en tanto realidad, siempre le es conveniente al hombre.

El reconocimiento de la verdad es indispensable para alcanzar la felicidad. Sin conocer mi realidad, aceptarla, trabajarla, no puedo llegar a ser feliz. Y nadie tiene derecho a ocultármela.

Nada me enfurece más que me mientan, que me digan las cosas a medias.Es un modo perfecto de insultar a tu interlocutor. Y en caso de ser niño, de confundirlo, de lastimarlo y aún más: es una forma más de abuso emocional.

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