Sexualidad ante el cáncer de mama

El cáncer de mama, como otros tipos de cáncer, son situaciones de dolor que nos confrontan inevitablemente con nuestra existencia. Son una especie de terremotos internos y externos que destruyen muchas creencias, mueven nuestras estructuras, alteran nuestros cimientos más profundos y transforman nuestra vida. Son filtros de vida que nos ayudan a clarificar nuestros valores. Son pruebas que tranforman y nos convierten en mejores personas.

Se vive una crisis, con mucha probabilidad, una de las más grandes de nuestra vida. Y cómo toda crisis, tiene un proceso.
Dentro de este proceso es muy importante reconocer que tu vida ha cambiado. Habrá cambios en tu mundo exterior y en tu mundo interior.Uno de los cambios más difíciles de aceptar es el del cuerpo. Puede haber una cirugía, una reconstrucción, una cicatriz. Y esos cambios exteriores son solo una parte del cuadro total: internamente hay cambios en tus creencias, en tus actitudes, en tus sentimientos y en tus expectativas. Recuerda que tu eres una persona con cuerpo, con mente y con espíritu. Y que tu espíritu trasciende las limitaciones de tu cuerpo y de tu mente.

Las crisis tienen su lado positivo: vas a prestar más atención a lo que habías preferido ignorar. El desmonoramiento de tus viejas creencias dejará espacio para cambiar y adoptar nuevas ideas y maneras de percibir y de interpretar al mundo. Yalom, el psicoterapeuta existencial escribió: «el cáncer cura la neurosis», refiriéndose a que sí antes nos quejábamos de cosas triviales, después de un cáncer una mujer aprende a darle importancia a lo importante y a trivializar lo trivial.

Todo en tu vida será diferente y un área que sufrirá cambios será tu sexualidad. La sexualidad comienza con la relación que tenemos con nuestro cuerpo. Y después, con la comunicación que tenemos con nuestra pareja. Lo más probable es que él esté más asustado que tú y este temor puede hacer que no mida el tiempo en el que tu estés lista y que para demostrarte que te quiere se apresure a reanudar la vida sexual. Es muy importante que esperes a estar lista y que lo hables con él.

Habrá que dar especial importancia a dos factores: el tiempo y la comunicación. El tiempo para reiniciar tu actividad sexual depende de tí. De que tanto trabajes en aceptar a tu cuerpo como es. La sexualidad se recupera cuando te aceptas a ti misma. Los masajes ayudan mucho, el usar ropa íntima que cubra las áreas que aún te provocan ansiedad también ayuda. El manejo de la luz también. Se creativa y sincera contigo misma. No te presiones, ve ensayando poco a poco, con el tiempo del mundo, despacio y con mucho amor a ti misma, lo que te haga sentir más cómoda. Permitir e incluso propiciar que otra persona toque tu cuerpo es un modo muy bello de amarte. La comunicación es indispensable para conquistar una profunda relación sexual: es la oportunidad para hablar de tus miedos, de tus sentimientos, de tus expectativas. Es muy recomendable hablar del tema no en el momento de la actividad sexual sino en otros momentos.

Sí antes del cáncer había poca comunicación en la pareja, o había distanciamiento, este puede ser la gran oportunidad para reconstruir la relación de pareja.

Una crisis de esta naturaleza va a hacer que la paciencia, la compasión, la sabiduría y el coraje que dormían en tí se despierten. Necesitarás algún tiempo para conocer la respuesta a las preguntas: ¿para qué pasé por este cáncer? ¿para que estoy aqui, viva? ¿cuál es el sentido de mi enfermedad? ¿para que está mi pareja conmigo?

Pasarás por las etapas del duelo: negación, enojo, negociación, tristeza y aceptación. Una y otra vez. Y cuando sientas que ya pasaste por una etapa, regresarás a la anterior. Así son los duelos: procesos que fluyen. Ten la seguridad que no te vas a quedar en donde estás. Y recuerda que ahí en donde estás es donde necesitas estar. Confía en el proceso.

Cuando sientas que estás lista para reanudar tu vida sexual, elabora un ritual de celebración de tu propia existencia: puede ser un largo baño, comprarte unas flores, invitarte a ti misma a comer fuera, escribir un poema. Deja que la primavera regrese a tu mundo interno. Habla mucho con tu pareja. Dile que lo amas. Dile que necesitas de su paciencia. Escucha sus temores. El también pasó por algo. El también tiene miedos. Hablen mucho, lo necesitan y lo merecen. Y regálate a ti misma, como premio a tu valentía, la oportunidad de sentirte muy amada por él. Te lo mereces!!!

Un recurso no renovable: el tiempo

Nuestra vida se compone de nuestro tiempo. Es un recurso limitado. Todos sabemos que tenemos el límite de nuestra muerte y para la logoterapia este conocimiento es una de las mayores fuentes de sentido vital. Al reflexionar en mi propia muerte surge la necesidad de vivir lo mejor que pueda, mi vida. Dice Irvin Yalom, el psicoterapeuta existencial: «la muerte destruye la vida del hombre, la idea de la muerte la salva». Y así es: al ser consciente de mi muerte me preocupo por darle mayor sentido a mi existencia.

Mi existencia es mi tiempo de vida. Aprender a darle sentido a mis horas es una tarea que redituará, sin duda, en una vida plenamente vivida. Respetar mi tiempo y el de los demás es sin duda una señal de madurez y sensibilidad. Tengo una amiga que dice que dejar plantado a alguien es cómo escupirle, patearle, gritarle; es decir, es una agresión. Y coincido con ella, porque el respeto al otro también se manifiesta en el respeto a su tiempo.

Saber administrar nuestro tiempo es saber vivir. He aquí algunas recomendaciones sobre el manejo del tiempo:

1. Conoce claramente las metas de tu vida. Cuando no tenemos idea de cuáles son las metas que deseamos lograr, es muy fácil distraernos y hacer mal uso de nuestro tiempo. Elabora una lista de tus metas: a un año, a cinco años y a diez. Deben ser escritas y detalladas puntualmente. De ahi se desprenderá fácilmente la idea de cómo utilizar tu tiempo día a día.

2. Por la mañana elabora una lista de tus «cosas por hacer». Dedica unos minutos antes de empezar tu actividad a elaborar la lista. Te darás cuenta de cuánto tiempo usarás en cada actividad, irás conociendo mejor la distribución de tu tiempo y además vivirás un día más enfocado.

3. Aparta un horario específico para contestar tus correos y llamadas. Sí estás todo el día pendiente de correos y devolviendo llamadas será casi imposible que puedas concentrarte en las actividades destinadas a cumplir tus metas. Dependiendo de tu tipo de actividad, debes destinar un horario específico para ésta tarea.

4. Deja de pasar tiempo con personas equivocadas. Las personas que no te aceptan, las que no te aprecian, las que te critican continuamente, las que no te respetan y las que influyen de modo negativo sobre tí debido a sus hábitos: son personas equivocadas para tí. Destina mucho más tiempo a las personas que amas y que te aman. Pocas situaciones son más lamentables que darse cuenta de que le hemos dado poco tiempo a las personas valiosas y mucho a las que no lo son para nosotros.

5. Ve menos televisión. Si tienes metas productivas como hacer ejercicio, leer, aprender algo nuevo o escribir, debes limitar el número de horas que dedicas a las distracciones cómo la televisión. Es indispensable planear bien tu día y atribuirle a cada minuto de tiempo el valor que tiene.

6. Dedicate en cuerpo y alma a la actividad que estás haciendo. Sí lo vas a hacer rápido y mal, vas a desperdiciar tiempo. Cuando hacemos la labor que estamos haciendo con total excelencia, concentrados, con lo mejor de nosotros, somos mucho más felices, la mente se ocupa, dejamos de estar en el caos mental, disponemos de mejores recursos. No te distraigas: practica e estar en lo que estás al 100%.

7. Considera cada hora de tu vida cómo un regalo: lo que hagas con ella influirá en tu futuro. Reflexiona en el modo en el que has usado tu tiempo y en cómo lo quieres usar en el futuro.

8. No dejes de hacer lo importante. En tu vida hay tareas de gran importancia y otras que no tienen tanta importancia. Resuelve hacer las tareas importantes aunque no sean las más agradables. Sí lo haces, comenzarás a sentir menos presión, estarás más relajada, mejorarás tu autoestima y tendrás mayor oportunidad para destinar tiempo a actividades que te hagan descubrir mayor sentido a tu vida.

9. Organiza tus espacios: pocas cosas hacen perder más tiempo que el desorden. En un ambiente ordenado la productividad, la calma, la paz es posible. Dedica tiempo a ordenar tus papeles, has listas de tus pendientes, saca de tu vida todo lo que ya no te sirve, dedicarás tiempo a esta tarea y después tendrás tiempo de calidad, sin las muchas distracciones que el desorden genera, además de angustias.

10. Date un tiempo a solas, sin distracciones, todos los días: unos momentos para revisar tus metas, para tomar postura y opinión ante lo que te está sucediendo, para decidir mejores modos de invertir tu tiempo, para sentir y reconocer en donde estás emocionalmente. Para desarrollar u conciencia y tu autonomía. Usa tu tiempo para vivir!!

La amistad y la salud emocional

La amistad es un componente esencial de nuestra vida. La amistad contribuye de modo fundamental a nuestra salud mental. En el encuentro con el amigo nos reconocemos, podemos liberar nuestras tensiones, compartimos, intercambiamos experiencias, nos identificamos, nos sentimos amados. El encuentro con el amigo está libre del rechazo y de la envidia. El amigo me acepta cómo soy y además me quiere y admira algunas de mis cualidades. Y al hacerlo, contribuye a mejorar mi autoestima. El amigo es una isla en el tumultuoso mar de la vida cotidiana. Me brinda el alto para reflexionar, para saber en donde estoy y adonde voy. El amigo no nos engaña: nos habla con la verdad cómo no lo hace ningún otro.

Como toda relación, requiere de cuidados, con la singularidad de que es la relación más libre, es la relación que ejerce menos presión. Porque sí sientes presión con un amigo, no es un amigo.
Y a pesar de todo, en ocasiones se dan desencuentros con nuestros amigos. Crisis porque no coincidimos, porque no nos explicamos y es cuando surge la necesidad de tener un encuentro: nos damos una explicación y nuestra amistad se engrandece gracias a la capacidad que tuvimos, los dos, de resolver el conflicto.

Con un amigo, el diálogo es ininterrumpido. Podemos dejar de vernos unos días o unos meses, y cuando nos encontramos parece que nos hubiésemos despedido ayer: no cabe la plática superficial, hablamos de cómo estamos ahora, en éste momento, porque es eso lo que más interesa al amigo y de ahí la maravilla de la relación de amistad.

La amistad es la forma de amar que más respeta la libertad del otro. En nuestras otras relaciones de amor caben las presiones, la necesidad de explicar a donde voy o porqué estoy de mal humor: es el amigo el que mejor respeta mis espacios.

Escribe el célebre investigador de los sentimientos humanos Alberoni: » El amigo es quién nos hace justicia. Nos hace justicia en un sentido profundo y vital. El amigo es quién aprecia en nosotros una cualidad que nadie había valorizado, que nos estima por algo que los demás desprecian, el amigo está de nuestra parte…»

Aristóteles consideraba que la amistad es lo más importante de la vida. Tener amigos significa contar con otros para adquirir fuerza para seguir resolviendo nuestra vida. Significa el acceso a conversaciones sinceras. Significa ser queridos desinteresadamente y recibir ayuda en situaciones difíciles.

En los muchos duelos a los que la vida nos enfrenta, los amigos son el albergue para descansar. Cuando nos deja una pareja, cuando nuestros hijos se van, cuando perdemos un empleo, cuando estamos enfermos, cuando sentimos que la vida es injusta, cuando no podemos más con la tristeza, encontramos al amigo y entonces la vida se tiñe de un color diferente. A nuestra amiga le ha pasado algo similar, ella también se ha sentido triste, o sola, o desilusionada. Y entonces sé que mi experiencia no es única. Sé que no soy yo la que está mal. Sé que otra persona también se está enfrentando a circunstancias similares, o ya lo hizo y nos comparte su estrategia, nos ofrece su abrazo, nos ayuda a reír aligerando nuestra carga.

Es verdad que para tener un amigo hay que saber ser un amigo. No confundamos las relaciones, un amigo es sensible a tí y posee virtudes indispensables para alimentar la amistad. Voltaire escribió en su Doctrina Filosófica: «la amistad es un contrato entre dos personas sensibles y virtuosas, los malvados solo tienen cómplices, los codiciosos, asociados, los políticos reúnen a su alrededor a sus partidarios, los holgazanes consuetudinarios tienen relaciones y los príncipes, cortesanos; pero sólo los hombres virtuosos tienen amigos…»

En esta semana que termina tuve la oportunidad de comprobar la inmensa importancia de la amistad: platiqué con dos amigas una circunstancia dolorosa… no había terminado mi discurso cuando las dos comenzaron a proponer ideas, a compartir sus sentimientos en circunstancias similares, a ofrecer su ayuda, a aportar estrategias para entender y vivir de otro modo lo que parecía un callejón sin salida. Las amigas amplían nuestra perspectiva. Nos hacen ver lo que no hemos visto y así alivian gran parte del dolor. Fue maravilloso para mí. Estaba sufriendo sin que me acordara, por momentos, que mis amigas están muy cerca de mí, formando una red sin cuyo apoyo no podría sobrevivir. Así es el dolor: nos ciega y limita nuestra visión.

Escribo estas líneas como un homenaje a mis amigas. Tengo el enorme privilegio de disfrutar de la amistad. Lo recomiendo para la vida. Son mejores que cualquier medicina y que cualquier tratamiento. Escoge a tus amigos, cuídalos, no puede calcularse lo que recibirás de ellos. Gracias, amigas, por estar en mi vagón en éste tren que es la vida.

La envidia

Todas las personas hemos sentido envidia. Vemos que el otro tiene más que nosotros y al compararnos nos sentimos inferiores. Reconocemos una virtud en otra persona, virtud que nosotros no hemos cultivado y sentimos envidia.Imaginamos que la vida de nuestra vecina es mejor que la nuestra y somos presas de la envidia.

Hay quiénes la admiten y hasta te dicen: «te tengo envidia pero de la buena». No hay envidia de la buena y de la mala. Lo que si es posible es reconocer o no la envidia y actuar conforme a ello.

Cuando soy consciente de la envidia que el otro me despierta estoy ante una maravillosa oportunidad: conocerme, saber cuál es el camino que debo seguir, reconocer la cualidad que debo desarrollar. Y entonces aprender del otro. Una vez que reconozco que lo que tiene el otro lo deseo para mí y que sí me esfuerzo es posible alcanzarlo (y que si no es posible alcanzarlo absolutamente, sí podré aspirar a un poco de aquello que me genera la envidia), lo más probable es que deje de fijarme en el otro por estar ocupada trabajando en mi propio logro.
Sí no reconozco la envidia que estoy sintiendo entonces seguro actuaré en consecuencia, haciendo daño a la persona por medio de la cuál mi envidia se activa.

Envidiar y no reconocerlo es peligroso. Es cuando se está en mayor posibilidad de dañar al otro.
Envidiar y reconocerlo es lo saludable. Siento envidia, reconozco que deseo algo que no tengo, lucho por obtenerlo y entonces el otro ha sido un referente, no una fuente de odio para mí.

Despertar la envidia es otro asunto: «comer pan delante de los pobres» dice el refrán. Eso es peligroso. No te quejes sí vas por el mundo presumiendo y luego te encuentras con la destrucción que las personas que te envidian desean para tí. Debemos ser prudentes y humildes.

Y a pesar de eso, sí logras ser prudente, de todos modos te van a envidiar. Y tu vas a envidiar. Es inevitable. Está arraigado en la naturaleza humana, es la consecuencia obvia de medirnos, de compararnos para calcular quiénes somos. En ese cálculo, no siempre salimos favorecidos.

Aprende a transformar tu sentimiento de envidia en aprendizaje sobre lo que necesitas trabajar de tu persona. Reconoce por quién sientes envidia y aprende de esa persona. Sí ha logrado lo que ha logrado, es por que se ha esforzado. Seguro.

Por otro lado, reconoce lo bueno que tienes. Sí sólo te fijas en lo que los demás tienen corres el riesgo de no darte cuenta de tus bendiciones. Acepta y honra todo lo bueno de tu vida. Envidiarás menos y crecerás mucho.

La confianza en nuestras relaciones

El tema de la confianza puede ser tratado desde muy diversos ángulos: la confianza en uno mismo, la confianza que depositamos en los demás, la confianza que tenemos en la vida. Y su otra cara: la desconfianza y la traición.

Confiar en el otro significa poner bajo custodia en otra persona o institución algo que consideramos valioso. Esto puede ser una posesión material, un conocimiento, una información, una mascota, una esperanza, una ilusión.
Para poder desarrollar la virtud del optimismo necesitamos confiar en la vida, en las personas, en las circunstancias. Sí sólo confiamos en nosotros mismos nos vamos a ver atrapados en callejones sin salida. Y sí confiamos en quién no es digno de confianza vamos a salir muy lastimados. La línea que separa la frontera entre no confiar y confiar en otros es muy delgada, a veces casi imperceptible.

Para crear, y para conservar una relación el rasgo más importante es la confianza. Así que si deseamos enriquecer nuestro mundo a traves de las relaciones con otros, el único camino seguro es el de ser personas dignas de confianza.

Los requisitos indispensables para ser una persona digna de confianza son:
1. Hacer que mi palabra tenga valor. Sí me comprometo a prestarte un libro y te digo que te lo voy a entregar mañana, debo cumplir con mi palabra. Sí te aseguro que guardaré tu secreto debo hacerlo. Si quedo de verte a las 8, debo llegar a las 8.
Para este punto yo recomiendo pensar antes de prometer, ofrecer, hablar poco y no comprometerse a lo que no sabemos sí seremos capaces de cumplir o no.

2. Jamás traicionar la confianza del otro revelando sus confidencias. El tema del secreto es delicado porque en ocasiones alguien puede darnos una información confidencial que nos involucre y que nos ponga en un predicamento sobre sí denunciar esa información o no. De preferencia, es mejor evitar el enorme compromiso de ser depositario de un secreto. Pero es indispensable guardar para uno mismo lo que los demás nos confían.

3. Apegarse siempre a la verdad. No inventar excusas. No decir que sabes algo que no sabes, o que tienes un nivel de estudios que no tienes. Mucho menos difamar al otro. Si no sabes: dilo. La mentira es muy difícil de perdonar. Así lo creo yo. Porque cuando nos mienten nos están devaluando, creen que somos tontos o que no somos dignos de la verdad. En una familia cuando hay secretos y mentiras uno pierde la confianza en sus padres y al mismo tiempo en uno mismo. Se pierde la confianza básica en la vida, que es esencial para el logro de los objetivos más elementales.
Es doloroso ver a madres o padres que se quejan de que sus hijos son ansiosos e inseguros sin que reconozcan que son ellos los que con sus mentiras, están haciendo que sus hijos se sientan así.

4. Hablar. Lo que quiero decir es que cuando callamos y queremos que el otro adivine lo que sucede o simplemente no explicamos lo que estamos pensando, el otro se siente muy inseguro frente a nosotros. Explica brevemente lo que te pasa: sí estás de mal humor, y no tienes ganas de hablar por lo menos dile a la persona con la que estás: «estoy de mal humor, ya luego platicamos». Porque si no dices nada con tus palabras y sí dices todo con tu lenguaje puedes confundir y hacer sentir mal al otro. Dí lo que sientes y lo que pienses. Al hacerlo dejas de lastimar al otro y te acercas a él.

5. No te hagas expectativas falsas ni se las des a los otros. Asegúrate de entender bien el discurso del otro y también verifica que el otro entienda exactamente lo que dijiste. Recuerda que tu dices lo que dices y el otro escucha lo que escucha, por eso, sobre todo en cuestiones importantes, debes verificar que tu mensaje haya sido claro y que el otro lo haya entendido.

6. Pide perdón y repara el daño sí faltaste a tu palabra: es el único camino para recuperar la confianza que el otro puede perder en tí.

No olvides que la confianza sólo se pierde una vez!

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