Laura de Tulancingo

Una mujer que creyó en mi. Una psicóloga que aportó inmenso amor a todos los que la conocimos. Una mujer que creía en la cultura y la educación como base para una vida mejor.

Una esposa maravillosa, madre adorada, abuela entusiasta, amiga incondicional, compañera de vida.
Su huella, en Tulancingo y en el mundo será imposible borrar.

Con su firme creencia en la mujer trabajó por ellas y para ellas. Ningún encuentro con ella era estéril, muy al contrario.

Una parte de ti, mi querida Laura, se fue. Otra, la del amor, la entrega, la de tu sonrisa y tus deberes, esa se queda en mi para siempre. Nadie más me dirá Rociiiiito como tú. Creíste en mi, en el Instituto de Logoterapia, en que podía aportar algo a tu mundo. Y eso lo guardo por siempre y para siempre en mi corazón.

Laura, ejemplo en la vida y en la muerte.

Gracias por haberme permitido estar cerca de ti y por enseñarme, con tu adiós, tu fortaleza, tu aplomo, tu profundidad de espíritu, que nos acompañará siempre.

Abuso verbal

Un abuso se define como perjudicar a otro que por inexperiencia, afecto, bondad excesiva o descuido, le ha dado crédito

En cuál te apuntas tu? yo lo he vivido por inexperiencia, creo. La falta de visión y de contacto con una misma para detectar que otra persona ya sabe que tiene poder sobre ti, porque tu se lo has dado, y lo utiliza cada vez que puede.

Hay el abuso verbal sutil y el directo. En el sutil se pueden incluir la desigualdad (por ejemplo solo uno de los miembros de la pareja hace los planes), la competencia (no cuelgues tu título universitario en la pared, eso es corriente) o manipulación (tienes que entender que ese tema no lo voy a discutir). El directo se manifiesta en alguna de estas formas: contradecir, bromear, humillar, acusar, juzgar, criticar, trivializar, amenazar, olvidar, actuar con enojo.

El abuso verbal altera nuestras percepciones, no se reconoce hasta que estás mucho tiempo lejos del abusador, es un abuso que se aprende a tolerar, y con frecuencia, el abusador es adicto a la ira.
Es una forma de tortura psicológica, si no se trata no se mejora y siempre empeora.

Las características del abusador: se ha guardado muchos sentimientos de ira y enojo de su infancia, está muy resentido y es inseguro, tiende a perder el control.

Los síntomas de vivir bajo el abuso verbal: hay un sentimiento de que algo no está bien pero no se sabe bien qué es, el abusador pasa de estar estable a la ira con mucha facilidad, lo que lo hace enojar es diferente cada día y espera que tu adivines lo que necesita (porque hiciste sopa de poro cuando sabías que hoy tenía antojo de calabazas?). No hay posibilidad de triunfo, analizas mucho tu conversaciones después de que ha sucedido el evento agresivo, has aprendido a pasar por alto groserías e indiferencias, no eres capaz de exigir ser tratado de mejor modo y nunca estás seguro de lo que estás haciendo, hay sentimientos de culpa.

Los efectos emocionales: ansiedad, confusión, depresión, miedo, cansancio, impaciencia, rudeza con uno mismo, desarrollo de adicciones.
Los efectos físicos: fatiga, dolor de cabeza, dolor de estómago, baja actividad del sistema inmunológico.

Soluciones: entender la dinámica de la relación, reconocer que no somos responsables de la conducta del otro, aprender a poner límites, reconocer los DERECHOS DE UNA RELACIÓN, que son:

– el derecho a no ser ofendido ni insultado
– el derecho a ser escuchado
– el derecho a tener opinión propia
– el derecho a que nuestros sentimientos se acepten como reales
– el derecho a recibir respuestas claras a preguntas que tengan que ver con los intereses de la relación

El tema es amplio, todos nosotros hemos padecido el abuso verbal del otro o lo hemos cometido. Debemos reflexionar, leer sobre el tema, denunciar el comportamiento y reconocer que somos nosotros los que les enseñamos a los demás cómo tratarnos.

El control en nuestras vidas

El tema del control es muy amplio y puede ser tratado desde muy diversas ópticas. Todos nosotros deseamos tener el control de nuestras vidas, y a todos nos atemoriza perderlo. Desde mi perspectiva, lo esencial consiste en saber distinguir sobre que SI tengo control y sobre que NO lo tengo.

Pretender controlar las acciones o pensamientos de los demás es absurdo. Ese es un territorio sobre el que no tenemos ningún control. Tampoco lo tenemos en los acontecimientos que forman parte de nuestra vida pero que son parte del riesgo de vivir: es decir, no puedo controlar el tránsito al que me voy a enfrentar por la mañana o el alza del precio de la gasolina.

Debemos vivir con la suficiente fuerza para saber que hay muchos factores que influyen en nuestra vida y sobre los cuáles no tenemos ningún control.

Hay un sólo terreno en el que sí tenemos el control: el de nuestros pensamientos y el de nuestras acciones. Ahí si que tenemos poder. Ahí si que podemos ser libres y elegir cuidadosamente.

Leí hace poco, en alguna publicación de tipo científico, que las personas que sienten que no tienen el control de sus vidas sufren severos daños en el sistema inmunológico y de ahí corren enormes riesgos en su salud.

Pero…¿cómo controlar nuestros pensamientos? ¿cómo ser los gobernantes de nuestro propio reino? porque es claro que quién tiene mayor calidad de vida es quién ha logrado tener un mayor control de sus pensamientos y lo que es más: las personas que logran mejores relaciones con los demás en sus vidas son aquellas que ejercen cierto dominio de sus emociones.

Lo primero es darme cuenta: estar atenta a lo que pienso y a lo que digo. Y si me descubro pensando equivocadamente, cortar y cambiar el rumbo.

Lo segundo es fortalecer a mi yo: un «yo» que es débil es básicamente aquel que es dominado por sus impulsos. Un «yo» fuerte es aquel que logra ejercer un cierto control sobre lo que sí puede controlar.
El «yo» se fortalece cuando se propone metas y las logra. Cuando es capaz de ejercer una cierta disciplina.
¿Tienes metas? es fundamental tenerlas y que estas sean generadas por mi y alcanzables por mi. Por ejemplo: hacer media hora de ejercicio al día, la persona con un «yo» débil encontrará mil pretextos para no cumplir con la tarea. La persona con un «yo» fuerte logrará llevar a cabo la tarea a pesar de los obstáculos.

Una de las situaciones que más favorecen el fortalecimiento del «yo» son aquellas en las cuáles las cosas no salen como deseamos y sin embargo logramos ejercer una buena actitud. Eso es ejercitar el «yo», en la logoterapia esto se conoce como el poder de oposición del Espíritu; no dejarse vencer, seguir en la lucha a pesar de los pesares.

El Espíritu puede ejercitarse, y sucede con éste lo que sucede con los músculos: si no se mueven, se atrofian.
Debemos ejercitar el hecho de ejercer control en nuestros pensamientos y en nuestras acciones, la satisfacción de saber que contamos con nosotros mismos es enorme, fundamental para nuestra autoestima.

Ser cada día, la mejor versión de mi misma.

Los mitos que las mujeres nos creemos

Y los daños que suponen para nosotros! A las mujeres de nuestro tiempo, desde muy pequeñas, incluso desde antes de nacer, nos inculcan algunas ideas o mitos que, de creer que son alcanzables, nos pueden lastimar profundamente. Así es una cultura: impone mitos.

Ayer que estuve en la radio hablando del tema expuse seis mitos que casi todas las mujeres hemos adoptado en algún momento de nuestra vida, no son todos, pero sí los más significativos:
1. El mito de jugar a lo seguro: es decir, creer que es mejor pájaro en mano que cientos volando y no arriesgarnos aunque el precio de permanecer en un lugar o en un trabajo o en una relación es mejor que arriesgarse
2. El mito de ser nuestras jueces: las mujeres nos criticamos muy duramente a nosotras mismas y a las otras mujeres, hacemos comentarios implacables en contra de la mujer que aparentemente no es buena madre, o la que deja a su pareja o la que es infiel o a la que bebe ¿porqué somos tan duras con las mujeres y no así con los hombres?
3. El mito de la inferioridad intelectual de la mujer: prefiero contratar a un arquitecto hombre que mujer, o a un abogado varón, las mujeres no sabemos manejar, no somos tan inteligentes, tan listas, no sabemos resolver…
4. El mito de amor romántico: que vamos a encontrar al príncipe azul, que si no tenemos pareja no valemos nada, que seremos felices si nos casamos, que solo hay felicidad en la pareja, ja ja ja ja!
5. El mito de la dependencia: debo depender de alguien para estar bien: mis padres, mi marido, mis hijos! podemos hacernos cargo de nosotras mismas!! en serio, le hacemos un daño enorme a la persona de la que nos colgamos… una vez un alguien muy sabio me dijo: yo no cargo a nadie ni quiero que nadie me cargue…cuanto aprendí con eso!
6. El mito del nunca es suficiente: si se le cae el pelo a mi gato es por mi culpa, si mi hijo reprueba matemáticas también es mi culpa, si se descompone la tubería, si algo sale mal, si mi marido padece gastritis: todo, todo, todo, es porque yo no hago las cosas bien. Si trabajo malo y si no también. Nada de lo haga es suficiente!!!

Y, que pasa si me los creo?
Pues desarrollo alguno (o todos) de los siguientes síntomas:
1. Me siento muy comprometida
2. Me preocupo todo el tiempo
3. Soy una ayudadora compulsiva
4. Siempre estoy pidiendo perdón
5. No puedo dormir o me levanto a media noche a pensar en lo que no hice y en lo que me falta por hacer
6. Me culpo por todo
7. Me la paso preocupada por lo que los demás piensen de mi
8. No tolero que alguien esté enojado conmigo
9. Padezco el síndrome del impostor: no soy tan buena como la gente cree, los estoy engañando
10. Siempre pienso en lo que debo hacer

El antídoto?
Crea tu MITO PERSONAL: tu propia historia, se tú, no quieras hacer como las otras lo hacen o como te dicen que lo hacen. No esperes satisfacer las necesidades de todos, ni siquiera la de tu YO ideal!!! no confundas tus objetivos con presiones… intenta dar lo mejor de ti, a veces, cuando puedas, y descansa, aliméntate, relájate, disfruta más, trabaja menos, porque sabes que? no somos tan importantes!!! y si aflojamos un poco la marcha: ni cuenta se van a dar!!! y nuestro cuerpo y nuestra alma nos lo van a agradecer!

Elogio al silencio 1

¿Cuántas veces te has arrepentido de decir algo? yo, muchas. Particularmente cuando he criticado a otra persona o cuando he cometido una indiscreción, cuando me ha faltado prudencia, cuando he lastimado a alguien.

Son los momentos más difíciles de perdonarse a uno mismo. «Somos dueños de lo que callamos y esclavos de lo que decimos».

Las palabras tienen energía. Hablar desgasta, y, sobre todo: se corren muchos riesgos al hablar, algunos de estos riesgos son:
* ser superficiales: esto es, interrumpir un discurso profundo, que está saliendo del corazón del otro y nosotros preguntar algún detalle superficial que rompa con el momento
* juzgar a otros: si nos fijamos bien, muchas veces estamos hablando de otros y en muchas ocasiones lo estamos juzgando o comparándonos con ellos, o clasificándolos. El otro es un tema fácil para hablar y es uno de los temas más peligrosos, podemos hacer mucho daño, robarle el prestigio, la tranquilidad, podemos incluso traicionar. Cuando hablamos de los otros nos alejamos de nosotros mismos, nos apartamos de nuestra realidad,
* evidenciar nuestra necesidad de atención: si nos convertimos en el centro de la reunión, hablando y hablando sin parar, haremos muy evidente cuánto necesitamos ser vistos y nuestro parloteo puede volverse vacío, hueco, hasta insoportable,

por otro lado, en el silencio:
*estoy conmigo, y aunque en un principio resulte amenazante, es el único modo de estar presente en mi vida,
* percibo mi realidad, me doy cuenta de lo que pienso y de lo que siento,
* puedo tomar postura: puedo ponderar, medir, reflexionar sobre lo que me pasa, sobre lo que vi, lo que hice, lo que escuché, lo que en verdad quiero y lo que ya no deseo…

Pero ¡cuidado! el silencio no cura, el silencio aísla… cuando no comparto mis heridas más profundas, mis sentires, mis miedos, mis quereres… entonces me aparto del otro, me separo, me alejo y el otro se resiente!

Es en el equilibrio donde se puede encontrar la respuesta, y este tema es tan importante desde mi punto de vista, que tendrá continuación en mi siguiente ocasión… por el momento, me callo.

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