Teléfono y educación

Las herramientas no tienen moral ni ética. No son ni buenas, ni malas. Son.

Las personas les damos un uso. Así como un cuchillo puede ser utilizado de modo destructivo y dañar a una persona, también puede ser usado para llevar a cabo una cirugía y salvar una vida.

Ocurre algo similar con los teléfonos. Nos acercan a los otros, nos facilitan la comunicación y pueden ser my útiles. Según el uso que les demos pueden unir o separar. Podemos incluso, destruir una relación al no saberlos utilizar.

Es de muy mal gusto y pésima educación ponerlo encima de la mesa cuando estoy comiendo o tomando un café con otra persona. Es un modo de decir: «te quitaré la atención si me aparece un mensaje, son más importantes los que no están que tu». De peor educación es estar consultando mis redes sociales, llámense como se llamen: Facebook, Snapchat, Instagram, etc. cuando estoy en una clase, en una reunión social, etc. Es un modo de decir: «me interesa mucho más lo que veo ahí que lo que tu estás diciendo».

Nadie nos tiene que quitar el teléfono ni sugerir que no lo estemos consultando. Debemos hacerlo como una demostración de respeto para la persona que está frente a nosotros, dándonos su tiempo. ¿Cuánto vale el tiempo del otro?

Usemos las herramientas para crear mejores relaciones. Para acercarnos a los demás. Para escribir positivamente. No son lugares para denunciar si mi pareja me es infiel o si me siento triste.  Demos ese ejemplo a nuestros jóvenes.

Vivir en la verdad

Solemos distorsionar la verdad para alejar el dolor. Disfrazamos con palabras lo que está ocurriendo, simulamos ser diferentes, mentimos sobre lo que nos ocurre. Nos engañamos pensando que si no hablamos de «eso» que es lo que más nos duele, va a desaparecer. Minimizamos las consecuencias de acciones destructivas para nosotros o para los demás.

Nuestro aparato psíquico se enriquece con la verdad y se enferma con la mentira. Vivir en la mentira es lo que nos enferma emocionalmente. Cuando nos decimos nuestra verdad empezamos a cimentar el edificio de nuestra salud mental.

Pensar en las causas -verdaderas, sin pretextos- que nos han llevado al lugar exacto en el que estamos hoy (la calidad de nuestras relaciones, nuestra salud, nuestra economía, nuestro trabajo, etc.) es una de los pasos fundamentales para deducir que es lo que tenemos que modificar en nuestro comportamiento para alcanzar mejores resultados.

Este nuevo año puede ser tu gran oportunidad de tomar la decisión de reconocer tu verdad, de enfrentar cualquier situación con valentía y de construir una existencia auténtica.

Te invito a escuchar dos programas de radio en los que comentamos el tema «Pensar mejor para vivir mejor». En Radio Centro, programa «Historias de Todos» con Maricarmen Quintana, martes 3 y jueves 5 de enero, de 5 a 6 pm, Ciudad de México. También lo puedes escuchar por internet.

Vivir en conciencia

Cuando no pensamos en las consecuencias de nuestras acciones solemos lastimar, desgastar, maltratar y destruir. A los demás o a nosotros. Actuar impulsivamente casi nunca funciona bien.

Una vida en la que se piensa primero y después se actúa puede ser mucho mejor que una en la que se actúa impulsivamente y después pensamos. Regálate en estos días momentos para pensar en como ser mejor y como hacer mejor.

Estamos a unos días de iniciar un año que se nos ofrece como un regalo y en el que podemos aprovechar cada instante, actuar con conciencia, reflexionar e intentar hacer de cada día una oportunidad para sembrar semillas buenas, que nos traigan una valiosa cosecha.

Dejemos atrás el rencor, las culpas, los miedos y las conductas auto destructivas. La vida debe ser una oportunidad para mejorar ese espacio dentro de nosotros. Lo único sobre lo que tenemos poder es nuestra conducta y las respuestas que damos a cada reto que nos ofrece la vida.

Hagamos uso de nuestra libertad para elegir, con conciencia, quiénes queremos ser.

 

Cuando duele el corazón

Es tan difícil encontrar motivos para seguir adelante cuando duele el corazón. Y es que, a veces, la vida nos enfrenta a circunstancias que van más allá de lo que podemos controlar. Situaciones que nos asustan, que nos sorprenden, que nos amenazan.

Y es exactamente en esos momentos en los que tenemos que recurrir a nuestros mejores recursos: acompañarnos de las personas que nos quieren, hablar de nuestras preocupaciones con seres compasivos, agradecer lo que sí tenemos y lo que está bien, buscar consuelo en los pequeños pero grandes instantes de paz.

Contemplar lo bello de la vida, recurrir a la ternura, al arte que tanto puede ayudarnos y confiar… Confiar siempre en que lo bueno que hemos sembrado nos llevará a una buena cosecha.

Cuando duele el corazón es cuando resulta primordial recordar que no estamos solos, que somos seres humanos con errores y con compasión. Y confiar en que el sufrimiento siempre nos ayuda a ser más humildes, más solidarios, mas compasivos: más humanos.

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