Bienestar

La felicidad consiste en momentos gratos. La tristeza son momentos dolorosos. Estos estados de ánimo y otros tantos son temporales. A veces ciertos estímulos del exterior nos transportan entre uno y otro y a veces ocurren debido a procesos internos. Pero el bienestar es algo diferente. Es algo más permanente, más sólido.

El bienestar consiste en sentir la satisfacción de que estamos haciendo lo mejor que podemos dentro de nuestras limitadas circunstancias. Y así, cuando nos sentimos alegres o tristes podemos saber que hay algo que nos sostiene ante los estados de ánimo.

Consiste en aprender a cuidar de nosotros mismos. Esto tiene varios significados, a continuación escribo algunos de los que en lo personal me parecen más importantes:

  1. Cuida tu salud. Escucha lo que tu cuerpo te dice. Si necesitas de determinado alimento, si debes hacer ejercicio, dormir bien, no excederte en lo que puede dañarte. Sólo tu conoces a tu cuerpo y puedes estar atento a lo que te dice para estar bien o a como te sientes cuando no te cuidas.
  2. Cuida tu economía. Invierte tu dinero con sentido de realidad. Primero liquida en la medida de lo posible tus deudas y después usa con prudencia lo que tienes: recicla, ordena, no compres cosas inútiles.
  3. Cuida tus relaciones. Procura ser amable con las personas que te rodean. Cuida lo que dices y cada interacción que tienes. Respeta las decisiones de los demás, no exijas lo que no te pueden dar, no seas dependiente de los otros y habla con la verdad.
  4. Cuida tu modo de estar en el mundo. Mientras más cuidadoso seas con tus decisiones lograrás mayor bienestar.
  5. Cuida tu educación: aprende, lee, averigua. El conocimiento nos abre muchas posibilidades para estar mejor cada día.

Estas son solo algunas ideas. Hay muchos modos de aprender a cuidarnos más y así conseguir, con aceptación, una vida con mayor bienestar, claro está, dentro de todas nuestras limitaciones.

Ante las preocupaciones

Hay momentos en los que nos sentimos muy preocupados. Y con razón. Las circunstancias que no podemos controlar pueden ser motivo de angustia y si nos dejamos llevar suelen rebasarnos. Si permitimos que eso ocurra generaremos caos y destrucción.

Ante la preocupación hay un solo remedio: la ocupación. De nada sirve imaginar escenarios  negativos, alimentarnos de miedo, dejar de estar en el aquí y el ahora y perder la calma. Ocuparnos significa mejorar nuestro comportamiento y atender nuestros asuntos de la manera más cuidadosa que nos sea posible.

Podemos ocuparnos de lo que sí entra en nuestras posibilidades de cambio. Reflexionar en nuestros errores, dignificar a nuestro país y a nuestros compatriotas actuando honestamente, trabajando con dedicación, cuidando a nuestra gente. La paz y el bienestar comienzan dentro de cada casa, de cada centro de trabajo, en cada encuentro con otra persona.

Es nuestra responsabilidad reconocer en cada persona a un ser humano digno de respeto y darle ese trato que deseamos para nosotros. Ocupémonos en ser mejores seres humanos.

¿Quiénes siguen vivos para ti?

Cuando dedicamos tiempo y energía a las personas, éstas viven para nosotros. Cuando les damos espacio en nuestra mente, cuando las recordamos, cuando destinamos tiempo para pensarlas.

En nuestra vida, afortunadamente,  nos acompañan algunas personas que ya han muerto pero que siguen vivas en nuestro pensamiento. Cuando las pensamos, las honramos. Estamos por lo tanto rodeados de seres que ya se han ido.  Creo que sólo dejamos de existir cuando ya nadie piensa en nosotros.

Es posible morir en vida, cuando dejas de ser importante o valioso para alguna persona. De hecho, cuando una persona ya no nos cabe en nuestra vida, de algún modo es darle muerte a esa relación. Y a veces es necesario hacerlo.

Para mantener con vida una relación hay que destinarle tiempo, energía, pensamiento. Hay límites de tiempo y de espacio para cada quién, por lo tanto hay que discriminar y elegir cuidadosamente a qué y a quiénes les dedicamos nuestro espacio: estén vivos o muertos.

Sobreprotección materna

Es común encontrar actitudes maternas sobre protectoras: «vivo solo para mi hijo» es una de las expresiones más comunes. El hijo se convierte en el pretexto para alejarse del papel de esposa. Este tipo de madre va restringiendo su vida social y la de su hijo. Lo acompaña a la escuela, le ayuda a hacer las tareas y le prohibe a ciertos amigos que pueden, según ella, hacerle daño. Además, va devaluando poco a poco la imagen del padre ante el hijo. La madre encuentra en el hijo la solución de todas sus necesidades afectivas.

Sobre protección significa cuidado excesivo. Esta actitud es el resultado de algunas de estas condiciones:

  1. Dificultades importantes para concebir a ese hijo. La madre sufrió mucho tiempo o se sometió a tratamientos dolorosos y padeció de angustia creyendo que no podría tener hijos.
  2. Rechazo hacia ese hijo que se sobre compensa con la sobre protección. Puede ser que ese hijo tenga alguna enfermedad o problema que la madre intenta compensar.
  3. Problemas serios con la pareja. Al no encontrar satisfacción en la relación afectiva con la pareja la madre canaliza sus deseos de afecto en el hijo.
  4. Hambre de afecto. La madre fue una niña poco querida en su infancia y encuentra en la relación con el hijo la posibilidad de satisfacer eso que quedó pendiente.
  5. Culpa. La madre siente culpa por haberse divorciado, por trabajar fuera del hogar o por alguna otra razón y la compensa sobre protegiendo.

Cualquiera que sea la razón el daño que genera la sobre protección es inmenso: un hijo infantilizado, irresponsable, que no crece, que no puede hacerse cargo de su vida y que además, se convierte en un tirano déspota de su propia madre.

Nadie puede respetar a quién no se respeta

Con que frecuencia escuchamos: «Fulanito no me da mi lugar», «Zutanito me falta al respeto».  El hecho es que cuando no nos colocamos en un lugar de respeto propiciamos que el otro abuse, sea grosero, nos maltrate.

Tu lugar sólo te lo puedes dar tú. Y el otro percibe de modo inconsciente en que sitio estás. ¿Y cuál es tu lugar? El de ser una persona digna de respeto, como lo somos todos los seres humanos.

Recibimos de los otros, en cierta medida, el trato que creemos merecer. Si yo me considero un tapete, el otro probablemente me pise. Si yo trato al otro a gritos, con grosería, es muy probable que reciba igual tratamiento.

La ambivalencia en las relaciones es inevitable. Podemos sentir mucho cariño por una persona y a veces no tanto. Y eso es normal. Nos cansamos del otro, encontramos desagradables o irritantes ciertos hábitos, nos sentimos defraudados cuando no cumplen con nuestras expectativas. Esto no debe traducirse en abusar, en maltrato. Alejarse un poco, un rato, puede servir. Hay una gran distancia entre separarse un poco o en caso necesario hablar de los conflictos inevitables en toda relación a faltar el respeto o permitir que otros lo hagan con nosotros.

Respetarte significa entre otras cosas ser prudente, cuidarte, ser responsable de tus acciones y respetar a los otros. Es un camino de dos vías.

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar