Soberbia y Sufrimiento

Es frecuente creer que el sufrimiento no tiene nada que ver con mi modo de ser, y esto suele ser un error. La ignorancia es una de las causas del sufrimiento, otra es la soberbia. La soberbia nos conduce a cometer errores graves que pueden causarnos mucho dolor. Cuando no somos capaces de pedir ayuda, cuando creemos que a nosotros no nos puede pasar nada malo o sentimos que somos superiores a otros, estamos aumentando las posibilidades de sufrir inútilmente.

Del mismo modo, la humildad es una virtud que puede ayudarnos mucho en ahorrarnos dolor. Desde la soberbia las pérdidas duelen mucho más, porque nos quedamos atorados en pensar ¿porqué a mi? sin reconocer que -casi siempre- hemos sido los responsables absolutos de nuestra desgracia. Es más fácil culpar al otro y decir: «de repente, mi pareja me dejó de querer» y así no tenemos que enfrentarnos con lo que nosotros hicimos para que esto sucediera. O nos quejamos «no tengo dinero para pagar mis deudas» en lugar de reconocer que hicimos mal uso de nuestra tarjeta de crédito, por ejemplo.

Es fundamental reconocer nuestra participación en lo que nos ocurre, no atribuir al azar lo que es sólo imputable a nuestra falta de responsabilidad. El dolor de hace doble cuando no nos decimos la verdad y reconocemos humildemente nuestro error. Al reconocerlo nos aseguramos de no volver a cometer ese error, pero si nuestra soberbia nos impide reconocerlo, entonces volveremos a sufrir y no encontraremos la lección que todo dolor encierra.

Reconociendo a los demás

Cada uno de nosotros tenemos un mundo interno poblado de imágenes, de recuerdos, de experiencias, de vivencias que nos hacen ser quiénes somos. Vemos al mundo desde ahí, desde nuestra propia historia. En ocasiones, nos es muy difícil «salirnos» de ahí para poder escuchar al otro. Para prestarle verdadera atención y para reconocerlo.

Reconocer significa mirar (no sólo ver), escuchar (no sólo oír). Significa respetar lo que el otro piensa, lo que el otro siente, lo que el otro es. Todos necesitamos testigos de nuestra existencia. Necesitamos que alguien más sepa de lo que nos ocurre, de lo que nos duele, de lo que pensamos y sentimos.

Y esto ocurre con todas las personas, sin importar su condición social, su raza, su condición sexual, su situación económica o su cultura. En este mundo que tiende a la deshumanización solemos reconocer solo al otro «que me conviene», que me va a dar algo, del que puedo obtener una ventaja. Y eso deshumaniza. Te invito a reconocer a todos los otros. A llamarles por su nombre, a escucharlos y mirarlos, esto incrementará tu dignidad y tu calidad de vida. Reconoce al otro, deja de pensar sólo en ti, crecerás mucho con esta práctica.

La buena educación en las redes sociales

Las redes sociales, como Facebook, Twitter, los servicios de mensajería, los correos electrónicos, etc. nos sirven para comunicarnos. En teoría. Podemos enviar unas palabras de aliento al que está pasando un mal momento, podemos compartir un mensaje de esperanza que nos haya conmovido. Son instrumentos y no tienen, por tanto, cualidades morales o éticas. Son como los cuchillos, herramientas que según el uso que se les dé, pueden ayudar a sanar a un enfermo en una cirugía o matar a otro.

Cada uno de nosotros es responsable de cómo usa las herramientas a las que tiene acceso. Puedo usar mi teléfono celular para comunicarme pero también para: mostrar mi narcisismo poniendo fotos de cada paso que doy, ser grosera y frente a otra persona que me está hablando ponerme a «mensajear» o «chatear», decirle a mi interlocutor que no me importa y ponerme a ver mis mensajes, decirles a mis padres que lo que hablan es estúpido ignorándolos porque mi atención está puesta en mi teléfono. En las clases, en las bodas, en el cine, en la Iglesia, en la mesa: que mala educación. Nos alejamos del que tenemos en frente y lo ignoramos y hacemos cómo si nos comunicáramos con el que está lejos. Eso no es comunicarse. Es ser ignorante y mal educado.

Respetemos a las personas que están ahí, con nosotros. Y a solas, ponte a leer tus mensajes, comunícate si puedes con los otros. Se debe pedir permiso en una mesa, levantarse y decir: lo siento, necesito enviar un mensaje a fulano, que en este momento merece más atención que tu. Interrumpir un diálogo con el teléfono es una grosería. Nadie se ve más moderno, más amigable, más exitoso por estar pegado a un aparato de telefonía celular. Estas acciones deshumanizan, lastiman, hieren. Nos alejan de quiénes están ahí, con nosotros.

Ya no me detengo, por el momento, a comentar sobre la ortografía, las fotos de lo que la persona se está comiendo (¿a quién le importa?), los mensajes pidiendo dinero, la avalancha de correos absurdos que mandan a todos sus contactos, el uso del mensaje para cancelar compromisos en lugar de llamar y enfrentar al otro…porque me enojo y es domingo y está soleado.

Vacío existencial

Si te sientes aburrido, harto o cansado y piensas que la vida no tiene sentido, puede ser que estés pasando por una crisis de vacío existencial. El sentir vacío es normal y hasta saludable, pero si no se trabaja nos puede conducir a las adicciones o a la depresión, de ahí que resulte fundamental entender sus causas y lo que debemos hacer cuando este se nos presenta en nuestra vida. Cuando estamos viviendo el dolor de una pérdida reciente, cuando las cosas nos están costando mucho trabajo y perdemos la alegría de vivir, es muy probable que los síntomas del vacío existencial se hayan apoderado de nosotros.

La logoterapia ofrece alternativas para descubrir el sentido de nuestro dolor, de nuestras experiencias, en fin: de nuestra vida. Frankl, su fundador, padeció la experiencia de ser apresado y vivir en campos de concentración. Sobrevive y dedica su vida a reflexionar y escribir sobre el sentido de la vida.

El próximo martes 28 de Enero impartiré una plática gratuita sobre logoterapia, con la idea de convocar alumnas para abrir un Diplomado en Logoterapia. La plática será en los salones de catecismo de la Iglesia de Santa María de los Apóstoles, en la calle de Coscomate, Periférico Sur y Tlalpan. En mi publicación anterior me equivoqué en el nombre de la Iglesia.

La plática será a las 11 am y será una breve introducción al mundo de la logoterapia. ¡Te espero!

¿Tiene sentido la vida?

Esta es una pregunta que muchos de nosotros nos hacemos, especialmente cuando estamos atravesando por una situación dolorosa, una pérdida, un duelo, un sufrimiento. Preguntamos ¿porqué a mi? ¿que sentido tiene esto?.

A veces, nos podemos sentir cansados, aburridos, hastiados: las exigencias de nuestro medio, dificultades económicas, problemas familiares, decepciones amorosas…todo esto puede llevarnos a un estado que se llama vacío existencial (para la logoterapia) o depresión.

Vivir no siempre es fácil. A veces es muy difícil. Viktor Frankl, quién fuese prisionero en campos de concentración durante la segunda guerra mundial y quién funda la Escuela de Logoterapia en Viena, dedicó su vida a ayudar a otros a descubrir el sentido de la vida. «La vida tiene sentido bajo cualquier circunstancia» escribe Frankl. A cada uno de nosotros nos corresponde descubrir el sentido de nuestras experiencias, de lo que hemos recibido, de lo que hemos sufrido. Nadie puede hacer esa tarea por nosotros.

En el Instituto de Logoterapia trabajamos desde hace casi 20 años impartiendo un Diplomado en Logoterapia, para facilitar a quién lo estudia el camino del descubrimiento sobre el sentido de la vida.

Si te interesa, el martes 28 de Enero, a las 11 am, en los salones de la Iglesia de Nuestra Señora de la Esperanza, en la calle de Coscomate, Periférico Sur y Tlalpan, D.F. impartiré una plática gratuita sobre logoterapia, ya que abriremos un Diplomado a partir del martes 11 de Febrero. ¡Te espero!

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