O te dan o te quitan

En cada una de nuestras interacciones con los demás estamos ante la posibilidad de recibir o de perder algo. 

Muchas personas son en realidad depredadores que están buscando despojarte de algo. Quieren tu tiempo, tu dinero, tu energía, lo que sea que tengas.

Otras muchas personas son nutricias: te enriquecen, te ayudan, te apoyan, te dan una mirada atenta, una escucha compasiva, un empujón necesario.

Esto depende de múltiples factores: el lugar en donde te encuentras con ese otro, la condición de cada cuál, la situación particular de vida.

Cada uno de nosotros, de modo inconsciente, comunicamos si estamos dispuestos a ser despojados o si por el contrario deseamos obtener algo.

Por supuesto, también existen las relaciones mutuales. Estas son aquellas en las hay un intercambio justo, en las que hay equidad.

En éste tipo de relaciones hay un intercambio justo. Las dos personas resultan beneficiadas de la interacción.

No es mala idea revisar de uno a uno como están nuestras relaciones. ¿La mayoría me quitan, se aprovechan de mi? ¿Me tropiezo siempre con personas carentes, hambrientas, espíritus famélicos? O por el contrario mis encuentros son nutricios, saliudables, energetizantes.

Salvo en ciertas condiciones de dependencia, como puede ser entre una madre y su bebé, en general debemos estar atentos a que si la relación es entre dos adultos el intercambio debe ser justo. Yo hago este trabajo para ti y tu me pagas lo justo. Yo hago este favor para ti y tu me agradeces oportunamente. Yo te presto dinero esta vez, pero a la siguiente me prestas tu. 

Podemos pensar en cientos de ejemplos en donde nuestras relaciones no cumplen la norma de la equidad. O damos demasiado, para complacer o para que nos quieran, o somos francamente abusivos y arbitrarios en nuestras relaciones. Detenerse a revisar la balanza puede ser un paso prudente.

Con olor a secreto

Hay mujeres muy valientes, como Marica, la protagonista de una historia relatada magistralmente por otra mujer valiente: Patricia Ortíz Herrejón quien en su novela Con olor a secreto devela un secreto largamente guardado, por generaciones, en un familia.

Marica es maltratada por su orientación sexual. Confinada a un convento y despojada de su bebé. Los avatares de un destino entre prejuicios e hipocresías nos invitan a pensar.

Si, es cierto, en todas las familias hay secretos, hay chivos expiatorios que con un inmenso dolor psíquico pagan su independencia, su autonomía, su libertad.

El gran maestro Freud señala que de no apalabrar lo que acontece, la conducta o el cuerpo lo expresarán. Los secretos lastiman profundamente, porque separan, alejan, nos dejan un sabor a desconfianza, a miedo. Cada miembro de la familia tiene el derecho a conocer la novela familiar. De conocerla, podrá entenderse, explicarse, sentir la pertenencia a un grupo, re conocerse y sobre todo amarse.

Hay que leer Con olor a secreto, historia apasionante de una muy interesante familia.

La Mexicana: un oasis en el desierto

Muchos días esperando para conocer Mi parque La Mexicana: ubicado en Santa Fé, en la Ciudad de México. Por fin, gracias a un día de descanso, accedí a este acogedor lugar. Espacio para correr, para caminar, para sentarse a leer en una banca, parque para niños, para patinetas, fuentes, césped bien cuidado, cafeterías, restaurantes, servicios limpios, estacionamiento.

Una delicia para pasear. Darse una pausa de las actividades cotidianas para pasar una mañana, una tarde, un día. Todo limpio, ordenado, cuidado. Un refugio para pensar.

Si necesitas una tregua, el Parque La Mexicana puede ser el lugar perfecto. Un paseo solitario, acompañado por tus pensamientos, pueden ser los remedios mejores para tomarse el tiempo para decidir a quienes les firmamos sí, y a quienes les firmamos no. Decisión fundamental para aprovechar de nuestro tiempo, que es nuestra vida.

 

Padres sobre protectores

La sobreprotección es una forma de agresión: en el fondo es decirle a nuestro hijo que no confiamos en sus capacidades para resolver sus conflictos y lograr una verdadera autonomía. Recordemos que el logro de la parentalidad es que los hijos logren ser independientes y hacerse cargo de sus propias necesidades.

Es muy lindo sentir que somos indispensables, es muy gratificante saber que somos necesarios, útiles, importantes. Cuando surge la sensación de «nadie me necesita» podemos sentir tristeza, angustia, ansiedad, incluso depresión. Pero la verdad es que nadie somos indispensables e incluso que en ocasiones nos convertimos en un estorbo para el desarrollo de un hijo adulto.

Es necesario reflexionar mucho sobre los motivos que nos hacen sobre proteger a un hijo e impedir su crecimiento: ¿culpa, miedo al conflicto, temor a que no nos quiera?. El peligro grave es que ese hijo no desarrolle sus potenciales por estar demasiado cómodo, por no necesitar hacerlo.

¿Será que no queremos renunciar a ser tan importantes para alguien?

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