El privilegio de la amistad

Una amiga te acompaña en los momentos más complejos de tu vida: cuando te casas, cuando te divorcias, cuando tu pareja se va con otra, cuando tienes hijos, cuando se van los hijos. Cuando estás enamorada y cuando no te calienta ni el sol.

Si no tienes amigas comienza hoy a cultivarlas. Escoge bien y cuídalas. Las relaciones nunca se quedan como están: o crecen o decrecen.

Una amiga te enseña aspectos de tu personalidad que desconoces. Una amiga te hace saber que vales la pena cuando otras personas te lastiman o te ofenden. Una amiga también te hace conocer tu lado sombrío.

Una amiga sabe escuchar tus historias de principio a fin y puede convertirse en tu mejor biógrafa. Una amiga se ríe contigo y quiere lo mejor para ti. Una amiga te quiere así, porque sí. Y ese amor es delicioso.

Yo tengo grandes amigas. Muy grandes en su corazón, en su personalidad, en su calidad humana. Mis amigas han sido mis testigos de vida, mis porristas, mis maestras: me han dado apoyo, compañía y mucho, muchísimo cariño. Además de diversión.

Yo creo que una amiga es un tesoro de valor incalculable. Yo soy millonaria en amigas.  Así, el viaje de la vida es mucho más fácil. ¿Se puede ambicionar algo mejor?

La importancia de la disciplina

Para lograr metas requerimos de la disciplina. Fijar un objetivo, establecer la acción que nos llevará al logro y llevarla a cabo.

Sin disciplina es casi imposible alcanzar objetivos que contribuyan a nuestro bienestar. Muchas veces creemos que con la motivación o el entusiasmo basta. Y no es así. Si tus acciones van a depender de tu estado de ánimo será muy complicado que tengas logros.

Por el contrario, si te fijas una rutina disciplinada y llevas a cabo esa tarea sin tomar en cuenta si estás de buenas, o de malas, o triste o feliz, irás conquistando muchos territorios.

La disciplina se adquiere, se aprende, se desarrolla y es una de las herramientas más poderosas en el alcance del crecimiento personal. No dependas de tus emociones para hacer las cosas. Con disciplina se logran las metas realistas que nos fijamos y si logramos distanciarnos de lo que sentimos en aras de cumplir nuestras tareas, habitualmente nuestro estado de ánimo mejora ante la evidencia de logro que elevará nuestro sentido de autoestima.

Calidad de vida

Muchos de nosotros estamos buscando obtener una calidad de vida mejor. A veces creemos que eso sólo se puede alcanzar con dinero o una vez que hayamos logrado algo que anhelamos (una pareja, un grado académico, un hijo, un cierto peso, etc.). La verdad es que la calidad de la vida no depende ni del dinero ni de ninguna otra persona.

La calidad de nuestra vida depende exclusivamente de nosotros mismos y de lo que decidamos hacer con nuestro tiempo. He aquí algunas sugerencias que pueden incrementar la calidad de nuestra vida:

  1. Mantener un orden en nuestra casa. No acumular ropa o cosas que no usemos, reciclar lo que ya no necesitamos. Si no te tropiezas a diario con objetos rotos, desgastados, inútiles y tu vivienda es lo más linda y ordenada que puedas tener, cada día sentirás el placer de llegar ahí a descansar.
  2. Vivir sin prisas. No corras, no hagas más compromisos de los que con toda calma puedas atender. Dale a cada actividad el tiempo que merece, sin apresurarte, sin estresarte.
  3. Sé amable. Trata con especial cuidado a cada persona a lo largo de tu día. Mientras más amable seas la calidad de tu vida será mejor. No agredas, no insultes, no critiques, no lastimes el prestigio de nadie.
  4. Cumple con tus propósitos o metas que te hayas fijado. De poco a poco ir logrando objetivos nos aumenta el sentido de nuestra autoestima.
  5. Cuida cada área de tu persona: incrementa tus conocimientos, escucha música, ejercítate, come bien y cuida tu economía. No gastes lo que no tienes, eso sólo te generará dolores de cabeza y de cartera.
  6. Agradece lo que sí tienes y no le des vueltas a pensar en lo que no tienes.
  7. Disfruta de las miles de pequeñas cosas que hacen a la vida hermosa: una conversación con una amiga, un rico café, una flor, una nube, el rostro de una persona que amas, una interesante novela.

La calidad de cada día depende de nosotros mismos. Nadie puede ayudarnos si no lo hacemos cada uno.

¿Blanco, negro o gris?

Cuando hablamos sin pensar solemos emitir juicios de blanco o negro. Esto que esta persona hace está mal o lo que hizo o dijo fulanita está bien. Somos radicales y creemos que las personas, los eventos o las situaciones son o blancas o negras. Perdemos de vista los grises. Las tonalidades que están entre lo perfecto y lo imperfecto.

Ninguna persona hace todo bien. Nadie es totalmente malo. En medio de lo bueno hay desventajas y en las peores situaciones se encuentran beneficios. Juzgar a la ligera a los demás nos hace ser crueles, poco compasivos y nada inteligentes.

Expresar sentencias categóricas respecto a otro ser humano es realmente inhumano. La persona con más errores tiene muchos aciertos. La que presume de hacer las cosas muy bien, tenlo por seguro, está intentando ocultar derrotas.

Cuando ganamos también perdemos. Cuando perdemos solemos ganar mucho aunque nos tardemos en descubrirlo. Desarrollemos compasión y empatía por el otro, reconociendo que en todos nosotros hay muchos matices, contradicciones, ambivalencias e incongruencias. Pensemos antes de hablar y si se trata de juzgar, es mejor callar. Somos una inmensa gama de sutilezas. Así de complejos somos. Así de interesantes. Ni todo bueno ni todo malo.

El daño de la envidia

La envidia es un sentimiento que todos los seres humanos compartimos. Unos somos conscientes de ella y otros no. Hay incluso quienes dicen jamás haber sentido envidia por alguien. Quienes así se expresan suelen ser los extranjeros de su propia psique. Y son los más peligrosos.

Cuando alguna característica de otra persona nos despierta envidia es muy recomendable admitirlo y reconocer que hemos descuidado alguna área de nuestra persona y que por ello nos confronta ver en el otro lo que yo no he podido conseguir. Tal vez hemos dejado de luchar por obtener aquello que nos está despertando la envidia.

Cuando es el otro quien siente envidia por algo que nosotros tenemos nos enfrentaremos al más temible de los enemigos, en especial si no reconoce que nos tiene envidia. Porque el que envidia desea destruir ese espejo que le refleja su carencia. En lugar de luchar por conquistar eso que le despierta la envidia, prefiere dañar a aquella persona que le  recuerda su pobreza.

Mientras menos conscientes somos, hacemos más daño. Es importante reconocer que sentir envidia no es malo, lo que es malo es no saber como manejar ese sentimiento y proyectar el dolor que nos causa no tenerlo todo -por cierto, nadie lo tiene aunque el espejismo de la envidia así nos lo hace creer- y lastimar a esa otra persona.

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