La maternidad psíquica

Se madre psíquicamente significa, entre otras tareas, tener un espacio para el otro: pensar en lo que necesita, cuidar, escuchar, contener, proteger. Todos los seres humanos tenemos esa capacidad. No necesitamos ser madres biológicas para desarrollarla. Incluso es posible ser madre biológica y no ser capaz de acoger, respetar, nutrir a otra persona. Cuando un hombre o una mujer acepta a otro y procura su crecimiento, entonces está ejerciendo un maternaje psíquico. Buena falta que nos hace a todos ser aceptados, queridos, respetados. Buena falta que nos hace recibir caricias emocionales. Especialmente cuando las cosas no nos van tan bien.

Si todos los seres humanos, hombres y mujeres, nos detuviéramos con mayor frecuencia a pensar en lo que el otro necesita, nos preocupáramos por el bienestar y el crecimiento de los que nos rodean, es decir, ejerciéramos una actitud maternal bien entendida, que no es de sobreprotección sino de apoyo y estímulo para que del otro emerja lo mejor, nuestro mundo sería mucho mejor.

Es lo que toda madre desea: que cada hijo desarrolle al máximo sus virtudes y cualidades, darle a ese hijo el ambiente y el estímulo que lo lleve a ser la mejor persona que pueda ser. Así que esta es una invitación que hago hoy: cuidemos más a nuestro país, amemos mejor a nuestros hijos, veamos en los otros sus cualidades y procuremos ofrecer a los que nos rodean un espacio para que en la seguridad de nuestra aceptación, florezca lo mejor de cada uno.

La niña que vive en mi

Suelo llevar a cabo un ejercicio cuando sostengo una conversación con una mujer: intento imaginar como fue de niña. Y con frecuencia la persona deja aparecer una mirada, una sonrisa, un gesto que estoy segura, ha conservado desde entonces. No importa si hoy tiene más de 60 0 70 años. Antes de ser lo que somos hoy, todos fuimos niños. Y jugamos y soñamos y tuvimos miles de fantasías sobre lo que haríamos al ser grandes.

Es una pena que creamos que esa niña que sigue habitando nuestro cuerpo tiene que comportarse siempre seriamente. Que dejemos de jugar, de divertirnos, de soñar. Que nos dejemos abrumar por las expectativas no cumplidas, por los sueños no realizados, por los «fracasos». Y lo escribo entre comillas porque sé que nuestro mejor maestro es nuestro más reciente fracaso. Y porque sé que si alguien me priva de su amor no me priva de mi capacidad para amar y del amor de otros. Y si alguien ya no quiere ser mi amiga, hoy, a diferencia de cuando era niña, sé que habrá otras que si quieran jugar conmigo.

Es una pena que nos creamos tan adultas que ya no nos demos el lujo de descansar, de planear como divertirnos más y de seguir soñando con lo que haremos cuando seamos grandes.

Nunca seremos demasiado grandes, afortunadamente. Siempre podremos encontrar con ternura al niño que está en ese hombre de 62 años, a la niña que está en esa mujer de 50. Y siempre, mientras haya vida, habrá la oportunidad de reparar, de darnos a nosotros mismos y a los otros, el abrazo que tal vez nos hizo falta cuando niños. Feliz día del niño.

Mujeres en Monterrey

¡Que gran energía en Monterrey, Nuevo León!

Me siento muy entusiasmada y quiero compartir con mis lectoras que hoy tuve el honor de participar en el Congreso «Mujeres construyendo la paz» organizado con mucho amor por CRECIT en la Ciudad de Monterrey.

Es fascinante constatar que en todo nuestro país  estamos trabajando en ser mejores, en aprender y enriquecer a nuestro entorno. Me sentí muy conmovida por el entusiasmo con el que fui escuchada y quiero a través de estas lineas agradecer a cada una de las personas que conocí hoy lo mucho que recibí.

¡Felicidades al equipo de CRECIT!

Niños y berrinches

Me han consultado en repetidas ocasiones sobre las causas que llevan a un niño pequeño a ser berrinchudo, insoportable, desobediente, inaguantable. Hacia los dos años los niños están en una etapa de desarrollo en la que necesitan de guía y orientación segura además de un espacio de libertad para poder explorar el mundo de modo protegido. También están midiendo constantemente hasta donde pueden llegar con las personas que los cuidan.

Imagina que llegas a una ciudad grande, desconocida para ti. Tu deseas conocerla y te subes al camión turístico que te llevará por las principales avenidas y te mostrará los monumentos y lugares significativos. Sí el chofer no sabe que hacer y te da indicaciones distintas o incluso te pregunta si toma esa calle o la otra, si se estaciona en un lugar o en el otro, para ti será imposible disfrutar del paisaje y aprender de la experiencia. Si por el contrario el chofer te indica lo que si se puede hacer y lo que no se puede hacer y en adelante hace el recorrido con toda certeza, entonces tú estarás en posibilidades de aprender y de disfrutar del paseo.

Los niños necesitan de una mamá que sepa lo que está haciendo, de una mamá que deje de lado sus pesares y angustias mientras está con él y pueda enseñarle cosas, abrazarlo, contener sus emociones y asegurarle que lo que le está prohibiendo tiene sentido. No a gritos, mucho menos a golpes. Con convicción y amor. Límites claros, específicos y con amor.

Sí tu infancia fue muy dolorosa o tu matrimonio está en crisis tus hijos no tienen la culpa. Tus hijos merecen una infancia tranquila: sólo la vivirán una vez. Trabaja en tu persona, acude a una psicoterapia, lee todo lo que pueda ayudarte para que puedas darles a tus hijos el ambiente más seguro y tranquilo que puedas. Los hijos crecen. Y cuando son mayores reflejarán todo lo que han vivido. Cada acto tuyo derivará en un modo de relacionarse contigo y en su personalidad. es tu responsabilidad. Si tu hijo está insoportable sólo significa una cosa: tú no estás sabiendo educarlo. Sus berrinches son su modo de decirte: «mamá, por favor madura y ayudame a mi a hacerlo».

El precio de la mentira

Vivir es difícil. Lo es mucho más cuando se vive desde la mentira. Cuando se han experimentado situaciones que nos resultan vergonzosas, como puede ser el suicidio de un ser querido o el abandono de una madre, por citar dos ejemplos que son tan humanos como dolorosos, solemos intentar disfrazar la realidad o minimizarla, alterando la historia. Creemos que si no hablamos de ella o si la alteramos minimizándola, entonces ya no hará más daño.

Lamentablemente, esto nunca ocurre así. Cuando mentimos a nuestros hijos, ellos lo saben. En algún nivel de su conciencia detectan que estamos mintiendo y se empeñaran en conocer la verdad. Algún dia la sabrán. Y si les hemos mentido, su confianza en nosotros como padres se verá severamente dañada. Este es uno de los muchos efectos secundarios de la mentira.

Otro efecto es que desde la mentira no es posible crecer. La verdad es el alimento principal del aparato psíquico. La mentira enferma y daña. Es un veneno especialmente tóxico. Lo que nos ha ocurrido a lo largo de nuestra vida puede y debe ser aprovechado para crecer, para ser mejores personas, para expandir nuestros horizontes y alcanzar el desarrollo de nuestra personalidad. Si lo disfrazamos, ocultamos o minimizamos, estamos desperdiciando el inmenso potencial que el sufrimiento ofrece. Estaremos además, aumentando el dolor.

Lo que nos duele, debemos hablarlo. Lo que nos lastima, tenemos que expresarlo y acomodarlo en el lugar que corresponda. Cuando las experiencias se hablan, se viven en su justa dimensión. Se deposita la energía en las palabras y se libera para seguir adelante.

Mantener una mentira tiene un precio muy alto: perder la experiencia de crecimiento por un lado y generar inmensa desconfianza en quiénes nos rodean, por el otro. Nada fractura más una relación que el hecho de perder la confianza en el otro.

Seamos valientes y vivamos apegados a la verdad. Las recompensas son enormes.

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