¿Mi hijo es homosexual?

Existen muchos mitos acerca de la homosexualidad. Prejuicios, ideas equivocadas, estereotipos que sólo lastiman y separan a las personas. Hay un componente genético en la homosexualidad. No es una enfermedad. No es culpa de nadie. No es un preferencia: nadie prefiere pertenencer a una minoría que ha sido lastimada, herida, maltratada infinitamente.

Es una condición.

Y merece tanto respeto cómo lo merece una persona de condición heterosexual. En los espacios privados de la psicoterapia he escuchado el lamento, el dolor, de personas cuya condición homosexual les ha facilitado el desprecio, incluso, de alguno de sus progenitores.

Nuestros hijos no son nuestros. Son, cómo escribió el poeta libanés, hijos de la vida. No están para satisfacer nuestras expectativas, no son nuestra tarjeta de presentación. Debemos amarlos, apoyarlos, respetarlos tal cómo son, que para eso somos sus padres.

Si tienes un hijo de condición homosexual te invito a leer y considerar estas sugerencias:

1. Infórmate. Lee. No hagas juicios sin tener la información suficiente.

2. Acepta su realidad, y la tuya, y la de toda la familia. Para cada miembro de la familia es un evento diferente y hay que platicarlo, respetar los tiempos de cada quién y hacer lo indispensable para apoyarnos, entre todos, cómo familia.

3. Aprende que NO es una enfermedad, ni un error, por lo que NO es culpa de nadie. No se trata de culpar, sino de entender.

4. Dale tu apoyo, platica con él, dale todo tu respeto: te necesita especialmente sí no se ha atrevido a decirlo por miedo.

5. Sí para ti es muy difícil aceptarlo, trabaja en un proceso de psicoterapia tus angustias y tus miedos, pero no se los cargues a tu hijo: es tu problema, no el del hijo.

Recuerda que las generalizaciones son las madres de los prejuicios. Recuerda que tus hijos podrán tener cientos de amigos o no, pero madre y padre, sólo eres tú, y seguro, seguro, te necesita especialmente en esta circusntancia.

¿Estás atrapada en una relación codependiente?

Dicen por ahí que «hasta un reloj descompuesto no falla en dos ocasiones» y esto es cierto. Cuando una persona se apodera de tus emociones, se convierte en la guía de tu estado de ánimo, te hace sentir siempre culpable, te domina y sientes que nunca, hagas lo que hagas, le das gusto, te lo aseguro: es tu relación codependiente.

La codependencia tiene muchos matices y no es fácil de entender. Comienza por que esta persona le atina, al menos dos veces al día, como el reloj descompuesto, en decirte algo que tu crees que es cierto. Por ejemplo te llama «egoísta» y tú te la crees, porque tienes algo de egoísmo igual que cualquier ser humano. O tal vez te dice «indiferente» y tu también te la crees, porque tienes, igual que todos, algunas actitudes indiferentes. Lo que hay que saber es que esa persona es «un reloj descompuesto».

Cada quién con sus problemas psicológicos, pero que no te echen a tí la culpa de las desgracias que esa persona vive. Sí es adicta al alcohol, a otras drogas, a la pobreza, al dolor, a sufrir…déjala con su pena y dale el tiempo y la energía que puedas dar sin detrimento de tu salud emocional y física, muchas personas se construyen sus propios dolores sólo para atrapar a las ingenuas que nos creemos sus discursos.

No permitas que nadie te convenza de que debes participar de su angustia, especialmente si esa angustia es producto de su propio comportamiento.Y, aunque sientas que a veces le atina en sus juicios hacia tu persona, no olvides que «hasta un reloj descompuesto dice la verdad al menos dos veces al día»

¿Acercas o alejas al padre de tus hijos?

Las mujeres vivimos una de las experiencias más complejas de la vida cuando somos madres por vez primera. Se ponen en juego muchos de nuestros recursos y necesitamos, más que en otras ocasiones, del apoyo del padre de nuestro hijo y de quiénes puedan contribuir a facilitar  esta experiencia.

Se ha observado que con frecuencia la mamá no permite la entrada al papá en estas primeras etapas de la crianza. Es cómo si ella fuese la experta y él no tuviese las habilidades para quedarse solo con su bebé y comenzar a conocerlo. Incluso la mujer suele decir: «él me ayuda mucho», cómo si la dueña de la situación fuese ella y él sólo actúe como un «ayudante».

Así como la mamá tiene que ir conociendo a su bebé poco a poco y aprendiendo a criarlo, así su papá lo debe hacer. No podemos excluirlo de la tarea y después, años después, quejarnos de que ese padre no se comunica con sus hijos. La relación con los hijos se construye día a día y poco a poco.

Las mujeres debemos estar conscientes de que el hijo conoce al padre en gran medida a través del discurso de la madre. No es lo mismo que la mamá diga: «tu papá no está porque se fue a trabajar porque te ama» a que diga «tu papá nunca está, siempre está en el trabajo porque no le importamos».

La pregunta es: ¿eres facilitadora de la relación del padre con sus hijos o te pones en medio, para que no se puedan querer?

¿Qué necesita un niño recién adoptado?

Cuando un niño o niña es adoptado y comienza una nueva etapa de su vida, resulta esencial ayudarle a comprender los cambios y brindarle la confianza suficiente para que su autoestima se fortalezca y cu confianza en sí mismo y en la vida se desarrolle.

Lo que más ayuda a generar confianza es la verdad. Háblale siempre con la verdad: sobre su origen, sobre tu proceso para decidir adoptarlo, y sobre las normas de la casa. Explica lo que te gusta, lo que te disgusta, lo que esperas, ayúdale a ir conociendo las consecuencias de sus actos y a ser responsable por lo que haga. Ayúdale a conocer el hecho de que sólo nosotros somos responsables del tipo de persona que deseamos ser y de cómo decidimos vivir nuestra vida.

Para incrementar su autoestima no hay nada cómo animarle a hacer cosas por sí mismo. Desde luego, en proporción a su edad debemos irle dando tareas: bañarse, guardar su ropa, pasear al perro, ayudar a poner la mesa, cumplir con su tarea escolar. Nada ayuda más a aumentar nuestra autoestima que el sentido de logro que se obtiene por hacer algo «nosotros solos» y hacerlo bien.

Sé congruente y cumple con tu palabra. No debes decir «te llevaré de paseo el domingo» sí no estás segura de poder hacerlo. No debes amenazar con castigos que no vas a cumplir. Habla con tu niña y muestra tus sentimientos, ese será el modelaje para que ella aprenda a expresar y respetar sus sentimientos.

Nada es más poderoso que el amor. Adoptar a un niño o a una niña es un inmenso acto de amor que será recompensado siempre: felicidades.

¿Todo te «da igual»?

Cuando a una persona todo «le da igual», es decir, que no reconoce sí tiene o no preferencias, yo siempre sospecho de un terrible padecer: el de la apatía, el del vacío existencial, el de la indiferencia y el de no estar comprometido con la propia vida.

Cada acción, cada elección, cada decisión es importante; muy importante. Nunca va a ser lo mismo elegir iniciar el día con un café o con un té. No es lo mismo, para nada, elegir saludar con una sonrisa o no saludar a la persona desconocida que encuentro camino a mi trabajo. No da lo mismo ponerse zapatos de tacón (que me lastiman los pies) que unos confortables zapatos bajos. Nada da igual. Cada decisión marcará el camino de mi destino, la forma de mi vejez, el modo incluso de mi muerte.

No es ni siquiera similar escoger charlar con una amiga que con la otra. O decidir qué película veo, o sí leo en lugar de encender la televisión. Es fundamental hacer conciencia de nuestra libertad. Es esencial reconocer que somos los arquitectos de nuestro destino y que de cada elección hay consecuencias. Que nuestra propia vida es causa y efecto. Lo que hoy estamos sembrando es lo que cosecharemos, ya lo dijo el gran poeta Emerson: «la naturaleza no se equivoca, lo que siembras cosechas».

Mi invitación hoy es a que reflexionemos profundamente en cada decisión que estamos tomando, que pensemos que será de nuestro futuro sí continuamos con alguna conducta destructiva (cómo por ejemplo comer de más o gastar más dinero del que tengo) y qué pasará si, por otra parte, decidimos sembrar con nuestras acciones, las semillas de un futuro más prometedor.

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