La utilidad del conflicto

Muchos de nosotros le tememos al conflicto. Creemos que si de un conflicto en una relación significa que no sabemos hacer las cosas bien o que somos incapaces. La verdad es que está implícito en cualquier relación, de amistad, profesional, de padres, de hermanos, de pareja. Y cuando el conflicto se maneja y se supera, la relación mejora.

Los conflictos tienen la finalidad de ayudarnos a conocernos mejor y conocer mejor al otro, de ahí que los conflictos sirven para fortalecer nuestras relaciones.

La convivencia es difícil. Cada quién tiene sus intereses, sus miedos, sus complejos. El éxito de una relación no consiste en no tener conflictos, consiste en aprender a manejarlos.

Para manejarlos los primero que debemos hacer es reconocerlos. Admitir lo que nos está molestando y después comunicarlo. Aquí es en donde entra la parte más difícil porque muchas veces no sabemos como expresarnos. Es importante no usar adjetivos para el otro y hablar desde un lugar de paz y de consideración hacia los sentimientos del otro. Decir, por ejemplo: «yo me siento enojada cuando tu no me avisas que no vas a llegar a cenar» es muy diferente a decir: «no te soporto porque eres un irresponsable y no me avisas». En el pedir está el dar. Y también ¿porque no? aprender a usar nuestro lenguaje no verbal para comunicarnos más efectivamente. El punto es no acumular. Si permites que se acumule el enojo, el rencor, el miedo y no lo comunicas la relación se contamina y a veces, resulta imposible limpiarla.

Hijos adultos que parecen niños

He recibido diversos correos solicitando ayuda, escritos por padres de entre 60 y 75 años quiénes tienen hijos adultos, incluso con nietos y que viven la desafortunada situación de mantener al hijo, a la esposa del hijo y a los hijos de estos. Como si esto fuera poco, además reciben maltratos, groserías y exigencias.

Crecer y madurar significa hacerse cargo de uno mismo. El tiempo máximo para mantener a un hijo debe ser (cuando mucho) un año después de que termina su carrera. Si no hace carrera entonces a los 22 años máximo. Los padres que siguen tratando a sus hijos adultos como si fueran niños inútiles lo único que hacen es estorbar el desarrollo y la madurez de sus hijos.

Si tu eres uno de ellos pregúntate porque lo haces:

  1. ¿Te sientes culpable porque eres viuda o porque te divorciaste?
  2. ¿Te sientes muy sola y quieres que el hijo te acompañe?
  3. ¿Te sientes culpable porque tuviste que trabajar para sacarlo adelante?

Estas son algunas de las razones de este inadecuado comportamiento. Nuestra obligación como padres es ayudarlos a crecer. Si los seguimos manteniendo los estamos infantilizando. Si permitimos sus malos tratos los estamos dañando mucho. Debemos ser valientes, fijar límites y contribuir para que nuestros hijos crezcan.

Hasta lo más pequeño es importante

Solemos minimizar la importancia de las cosas pequeñas de la vida cotidiana. He aquí algunas situaciones que pueden parecer poco importantes y que, a mi parecer, resultan fundamentales:

  1. Dejar tu teléfono celular frente a ti en la mesa donde comes si estás acompañado: el mensaje es de falta de respeto y de educación al no estar al cien con la persona que tienes frente a ti.
  2. Interrumpir a tu interlocutor para responder mensajes o tomar una llamada. Especialmente si te está hablando de alguna situación dolorosa.
  3. Elegir sin pensar llevarte a la boca alimentos que no te convienen, por su contenido de grasa o de calorías sólo para calmar tu ansiedad.
  4. No responder correos, llamadas o mensajes de texto, mostrando indiferencia a quiénes te toman en cuenta.
  5. Criticar a las personas desprestigiándolas y lastimándolas.
  6. Ignorar la realidad de lo que está ocurriendo en tu entorno, con tu familia, con tus amistades, en tu trabajo.
  7. Tratar con desprecio a las personas que te sirven: choferes, meseros, guardias de seguridad, alimentando así el resentimiento social.
  8. Desperdiciar tu día quejándote o sufriendo por lo que no tienes en lugar de agradecer todo lo que si tienes.
  9. Hacer lo que haces con prisa, a las carreras, cometiendo errores y acumulando estrés, por no planear con oportunidad los tiempos de tu agenda.
  10. Gastar dinero o tiempo en actividades y cosas que realmente no necesitas, en lugar de aprovechar lo que tienes y hacer lo que te haga bien.

¿Estás deprimida?

Si sientes que la vida no tiene nada bueno que ofrecerte, si la tristeza se adueña de ti, si estás pensando en quitarte la vida, si no encuentras placer en las cosas cotidianas, si estás muy angustiada: estás deprimida.

La depresión tiene un pronóstico 100% favorable: es decir que se cura.

Puede ser el resultado de una pérdida reciente: la muerte de un ser querido, la pérdida de la salud, del trabajo, de la pareja, de la juventud. Un accidente, un error, un mal paso. También puede ser la consecuencia de muchas pequeñas pérdidas no elaboradas.

Necesitas ayuda profesional. Es casi imposible salir de un estado así por una misma. La buena noticia: hay psiquiatras y psicoanalistas quienes tienen la preparación suficiente para atenderte. No lo dudes: busca ser ayudada. No te vas a arrepentir. Y volverás a recuperarte a ti misma y a disfrutar la vida. Hazlo por ti y por quienes te rodean.

Honestidad y confianza

Hace unos cuantos días sufrí un incidente: dejé caer, inadvertidamente, mi cartera en una jardinera de una esquina de una calle de la colonia Roma, colonia por demás transitada.

Cuando al día siguiente me percaté de la falta de tan valioso objeto, no en si mismo sino en el significado de tiempo que ofrece el tramitar credenciales y otros documentos, mi desazón fue grande. Sin embargo, recibí una llamada: una mujer llamada Teresa Sarmiento la había encontrado. Buscó un número al cual llamarme, y logró contactarme. Mi cartera regresó a mis manos con su contenido intacto.

Mujeres como Teresa me devuelven la confianza en las personas. La honestidad y su preocupación por localizarme me hicieron sentir cuidada y querida. Me hicieron sentir que podemos protegernos aún siendo desconocidos porque logramos ponernos en los zapatos del otro y cumplir con la norma más antigua y ética que existe: «no hagas a otros lo que no quisieras que te hicieran a ti». Intentemos todos imitar el ejemplo de Teresa. Ayudar al otro aunque me sea desconocido. Nuestro mundo sería un lugar mejor si todos actuáramos de este modo.

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar