¿Ves al otro?

Cada uno de nosotros tiene un mundo interno que está lleno de nuestros recuerdos, experiencias vividas, emociones sentidas, pensamientos, ideas, creencias, significados. Desde ese lugar entendemos al mundo y nos comunicamos con el otro. Desde ahí intentamos ver al otro. Lamentablemente, en muchas ocasiones somos incapaces de ver al otro porque sólo lo vemos en base a lo que el otro puede hacer por mi, o lo que me da, o lo que no me da.

Cada uno de nosotros necesitamos continuamente reconocimiento a nuestra existencia. Cuando alguien me pregunta por como me siento, o como estoy, o que pienso o siento con respecto a algo, está intentando entrar a esa «casa virtual» en la que vivo. Abrirle la puerta y permitirle conocer esos rincones de mi vida siempre es reconfortante. Dejamos de sentirnos aislados al menos por momentos.

En muchas «conversaciones» (y lo pongo entre comillas porque no pueden llamarse así) el otro sólo habla de lo que le pasó, de lo que necesita, de lo que le atañe, pero no pregunta nada a su interlocutor. Es una especie de descarga, de arrojar a quién se deje sus quejas, sus temores, sus ansiedades. Y eso está bien, si no es el único modo de estar con el otro.

Cuando salimos de un encuentro así, nos quedamos con una sensación extraña, cómo si lo mío no importara. Cuando alguien no nos ve, el deseo de estar con esa persona disminuye. Intentemos ver al otro. Preguntemos y desarrollemos la paciencia para escuchar atentamente, sin juicios, sin interrumpir, sin saltar a dar nuestra opinión. Es el antídoto contra la soledad. Cuando le damos ese regalo de VER al otro, ese otro querrá más nuestra compañía, y nosotros seguro que habremos aprendido algo.

¿Tu pareja te engaña?

A ver, pensemos con cuidado y despacito… si tu pareja ya no quiere estar contigo: ¿para qué la quieres a la fuerza?, ahora bien, si quiere estar contigo y tu quieres estar con él ¿para que lo vigilas?. Cuando estamos atentas a cada paso que da el otro, que si llega tarde o que si escribe mensajes en su teléfono o se esconde para escribir un correo pues francamente hay dos caminos: uno de ellos es perseguirlo, husmear, buscar, contratar a un detective o tomar un curso de espionaje y destinar toda nuestra energía a «descubrir» que sale con otra. ¿Y cuando lo descubres? para empezar ya estarás totalmente desgastada. Sin energía, cansada, enojada, lastimada, devaluada. Si te lo niega lo más probable es que quiere seguir contigo. Si te lo acepta lo más probable es que quiere terminar la relación contigo. ¿Para que se lo dices?

Yo creo que cuando una le dice a su pareja: «ya te descubrí, me estás engañando» es ciertamente muy humillante. Si de verdad lo descubres o la descubres (porque la infidelidad no es cuestión de género) y se lo dices, te lo aseguro, sólo pierdes. Pierdes dignidad, valor ante el otro, autoestima…

¿Quieres seguir con él (o ella) aunque te sea infiel? Se vale. Se vale decidirlo en lo que tomas fuerzas, en lo que juntas recursos, en lo que te tratas para recoger los pedazos de tu valía y te armas de nuevo… se vale decidirlo porque sí y ya. Pero en ese caso: no se lo digas!!! Nada, ni una palabra, ni un gesto. No le des ese placer. No se lo merece. No es justo que además de todo, te quedes con él (o ella) sabiendo él (o ella) que tu sabes y aún así te quedas.

Celar al otro es darle todo tu poder. No somos dueños de nadie, porque lo seres humanos no somos objetos con títulos de propiedad. Date a ti misma el valor que tienes. Si alguien ya no quiere estar contigo: que se vaya, te hará mucho más daño vivir con las migajas del otro. Darle al otro tu poder personal es revelarle que conoces su infidelidad. ¿Porque no mejor te guardas el secreto para ti y planeas muy bien una estrategia? ¿que opinas?

Personalidad y modo de relacionarse

Caspi y Bern describieron tres modos de relacionarse con los otros en base a nuestro tipo de personalidad. Revisa atentamente si te identificas con alguno y de ser así, intenta cambiarte al único que es saludable: el proactivo.

Un modo es el de las interacciones evocativas: tú provocas las respuestas de los demás. Por ejemplo si te «pones de tapete» provocas que te pisen. Si te presentas con mucha debilidad ante el otro, ese otro abusa de ti. El modo de comportarte con los demás les despierta cierto modo de tratarte. Esto se da especialmente cuando sientes que los demás abusan de ti con frecuencia.

Otro modo no saludable es el de las interacciones reactivas: estás a la defensiva. Todo lo que el otro hace provoca que tu te comportes agresivamente, a la defensiva. Interpretas ataques a tu persona en donde no los hay. Crees que el otro quiere siempre lastimarte o molestarte cuando no es así, o muchas veces no es así.

El modo saludable de interactuar es el modo proactivo: buscas relaciones e interacciones compatibles con tu modo de ser, no «inventas» que te quieren agredir ni tampoco propicias que abusen de ti. Estás abierto al otro y según lo que haces vas recibiendo respuestas favorables o simplemente comunicas lo que no te gusta de modo asertivo.

Es muy importante darnos cuenta que según interactuamos con los otros recibimos de ellos diferentes respuestas. Recuerda que no somos víctimas sino cómplices de quiénes nos tratan mal. Hay que movernos de lugar y eso sólo lo podremos hacer cuando seamos responsables de cómo actuamos con los demás.

¿Soy culpable de la enfermedad de mi hijo?

Las madres de hijos que padecen trastornos psiquiátricos como son esquizofrenia, bipolaridad, autismo y otros, suelen echarse la culpa a sí mismas. Que si no se alimentaron bien durante el embarazo, que si pensaron que no los querían, que si cuando fueron bebés no les dieron suficiente atención, que si les habrá afectado algún determinado comportamiento.

El sufrimiento, la angustia, el dolor de ver sufrir a un hijo es tremendo. Las angustias, el estrés, el desgaste económico, de tiempo, de energía es inmenso. Si a esto le añadimos una culpa se incrementa de modo muy importante el peso que se lleva.

Los comentarios profundamente ignorantes de los otros pueden causar estragos. Las pseudo teorías, que atribuyen deficiencias en la crianza de la madre lo esencial para la enfermedad son métodos crueles e inhumanos que laceran.

Es muy importante informarse adecuadamente. Los factores hereditarios, los trastornos cerebrales orgánicos que se producen en los primeros meses de gestación (con absoluta independencia del amor que la madre sienta por ese bebé) son los responsables principales de estas enfermedades. La ciencia no tiene aún suficientes respuestas, pero si se sabe que la esquizofrenia y la bipolaridad NO son producto del «desamor» o del «descuido» de una madre. Es casi como creer que el niño tiene los ojos azules o verdes por mi culpa, y que si lo amo lo suficiente lograré que sean cafés o negros.

No escuches hipótesis producto de la psicología barata. No te creas hipótesis simplistas que sólo te hacen daño. Y no te angusties imaginando el futuro. Cómo escribiera en su momento Santa Teresa: «a cada día su propio afán».

La soledad y su riqueza

En nuestra cultura hay un temor flotante a la soledad. Se le concibe cómo algo «malo», triste, negativo. Y en aras de evitarla a toda costa entablamos relaciones con personas que nos lastiman, que no pueden valorarnos o que incluso nos desprecian.

Escuché recientemente la historia de un hombre que decidió ceder en todo ante una mujer con tal de tener una pareja. Ella abusó de él jugando con sus sentimientos, vaya, le perdió todo el respeto. Cuando le pregunté a él ¿porqué permitiste todo esos abusos? me respondió que no tolera la soledad, que necesita urgentemente una pareja.

Estar solo es en realidad estar con uno mismo. Es escuchar nuestras angustias, nuestros miedos, nuestros pensamientos. Eso puede ser muy amenazante. Pero sí lo hacemos desde la perspectiva de darnos la oportunidad de convivir con esa persona (que somos nosotros mismos) y la vamos conociendo, queriendo, respetando, cuidando, nos daremos cuenta del inmenso valor que sí poseemos. En la soledad podemos aprender mucho. Podemos reflexionar sobre lo que sí queremos y sobre lo que ya no deseamos en nuestra vida.

En la soledad podemos leer, escuchar música, ordenar nuestras cosas, planear nuestros años venideros. En la soledad podemos enriquecer nuestra vida. Y tendremos mejores cualidades que ofrecer a los demás cuando estamos acompañados.

Aceptar que otra persona nos maltrate, por miedo a la soledad, o por cualquier otro motivo, es muy doloroso. Mucho más doloroso que el camino de aprendizaje de cómo convivir con nosotros mismos. La vida es un privilegio, difícil muchas veces, pero llena de belleza, si sabemos verla.

 

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