Sufrir para ser querido

¿Cuántas personas conoces que «sufren» o dicen que sufren para ser queridas? Esas que te narran sus sacrificios cómo: «me divorcié por ti querido hijo, para que tu padre no te dañara» o también: «me quedé con tu padre por ti, para no dejarte sin padre»… y así podemos seguir enumerando ejemplos de personas que al no poder hacerse responsables de sus actos te echan la culpa de lo que hicieron o dejaron de hacer por ti. «Tú me haces enojar» es otro clásico aunado al de «sólo puedo ser feliz contigo».

Que difícil resulta asumir que NADIE es responsable de nuestro sufrimiento, ni de nuestro bienestar, más que nosotros mismos. Esto desde luego es válido a partir de la edad adulta que no muchos alcanzan en su psiquismo si bien no pareciera ante su edad cronológica. Nuestras alegrías y penas dependen, fundamentalmente, de nuestros pensamientos y de nuestros actos. Claro que un otro puede ser grosero, agresivo, indiferente incluso con nosotros pero depende sólo de cómo decidamos responder a ello si se va a poner en juego nuestro bienestar emocional.

Es un recurso muy popular y gastado el de aparentar dolor para obtener a cambio, un amor o reconocimiento que no logramos adquirir por medios menos manipuladores y agresivos. Es una agresión muy grande hacer sentir al otro cómo una persona terrible con ese inmenso poder de dañarnos. Lo peor es creerlo y vivir en ese sentimiento de culpa que engancha y que limita poderosamente nuestra libertad.

Atrévete a ser feliz aunque eso no te gane reconocimiento o afecto (que hay que decirlo, si viene desde la compasión o la culpa es superficial y vano). Atrévete a pensar qué es lo que te hace sentir bien y te ayuda a dejar el chantaje cómo tu forma básica de relacionarte.

El abuso verbal

El abuso verbal es una de las prácticas más frecuentes y que solemos minimizar o negar. Insultamos, devaluamos, descalificamos, lastimamos y sí el otro se queja o reclama le decimos «pero que sentido eres» o «yo no lo dije así» o «tú todo te lo tomas muy en serio»…

Con nuestras palabras construimos realidades y también destruimos relaciones. No te preguntes porque estás solo o porque tus hijos no quieren estar contigo o tus hermanos han decidido no buscarte más. Analiza las palabras que has utilizado para relacionarte. Revisa tus discursos y sólo después juzga el comportamiento de los otros.

Abusamos emocionalmente del otro cuando lo ponemos en ridículo, cuando hacemos señalamientos sobre su apariencia física, cuando devaluamos las cosas que hace. Todos tenemos un corazón y todos necesitamos ser queridos. La agresión es un componente de toda relación pero debemos saber expresar lo que nos molesta o nos duele del otro de modo amable, a tiempo, «envuelto para regalo» y no permitir que se acumulen resentimientos y enojos que nos hacen ser abusadores verbales.

Es más fácil perdonar al otro que a nosotros mismos: en ocasiones nos cuesta mucho perdonarnos por haber permitido el abuso y en otras nos duele mucho haber sido agresivos con personas que queremos. Solemos abusar de los niños pensando que no se dan cuenta o que sienten menos que los adultos. Solemos abusar de los más débiles. Cuidado: lastimando al otro lo que haces, fundamentalmente, es lastimarte a ti.

Codependencia y evitación de la responsabilidad

Hay muchos modos de entender la codependencia y también muchos modos de vivirla. Básicamente, supone necesitar de la aprobación del otro para vivir. Lo que complica más las cosas es que se busca la aprobación de un otro que habitualmente tiene problemas serios: alcoholismo, drogadicción, neurosis graves, bipolaridad, depresión,trastornos en la personalidad,patologías diversas.

Esto hace que la dependencia sea mayor y mucho más dolorosa porque ese otro del que dependemos emocionalmente no tiene la estructura ni la salud para dar respuestas más o menos estables. Se enoja contigo por sus propios problemas (y no por lo que tu hagas o dejes de hacer), se alegra contigo por sus propias situaciones (a lo mejor porque está bajo la influencia del alcohol) y no por que tu lo hayas hecho «bien». Lo que quiero decir es que no depende de tu comportamiento la respuesta de ese otro. Su respuesta depende de su modo de estar en ese momento. Cómo quién dice: no hay modo de darles gusto.

Este tipo de relación enferma severamente. Vas poco a poco minando tu autoestima, vives todo el tiempo con angustia. No sabes ya que hacer. Te traicionas a ti mismo negándote la posibilidad de actuar libremente y de mantener tu dignidad con tal de que ese otro te quiera, se cure, esté mejor.

¿Te digo algo muy fuerte?: ese otro NO se va a curar. No va a cambiar. O al menos, no va a cambiar a través de tus actos. Tu debes cuidarte a ti misma. Nadie puede hacerlo por ti. Es muy difícil, yo lo sé. Pero debes recordar que tienes sólo una vida y que la vida es muy bella, y debe vivirse desde el respeto a uno mismo, en primer lugar, Si estas actuando de forma codependiente, te lo aseguro: estás evitando la responsabilidad de hacerte cargo de tu propia vida.

Sufrimientos evitables y sufrimientos inevitables

Todos nosotros nos hemos visto en situaciones dolorosas. Unas de ellas fueron realmente buscadas por nosotros, casi siempre, por ignorancia.

Todo tiene un precio y muchas veces no estamos dispuestos a pagar el precio. Por ejemplo, quiero disfrutar del placer de fumar pero no estoy dispuesta a pagar el precio de padecer de enfisema. Entonces, cuando aparece la enfermedad, solemos quejarnos y atribuir a la mala suerte o al destino nuestro sufrimiento. Otro camino es culpar a los otros de nuestro sufrimiento. He escuchado testimonios de madres que dicen: «me tuve que quedar en ese matrimonio infeliz para no quitarte al padre» o «me tuve que casar por tu culpa, porque ya venías en camino» o «no pude estudiar porque me dediqué a criarte». También hay mujeres que dicen al marido infiel: «te di los mejores años de mi vida y me pagas con esta moneda». Todas estas expresiones denotan una incapacidad para asumir nuestra responsabilidad en nuestra historia.

Todo lo que estás viviendo en este momento, te lo buscaste. Aún si no lo asumes. La logoterapia trabaja especialmente con la responsabilidad. Si nos hacemos responsables de nuestras acciones podremos encontrar esa libertad interior que es tan necesaria para tener una buena calidad de vida.

Te invito a estudiar un Diplomado en Logoterapia. En esta ocasión, estaré el fin de semana del 29 de Marzo. Será en el Centro de Crecimiento Integral Mi Jardín, en la hermosa Ciudad de Mérida. Debes llamar a Miriam Herrera al (999) 947 69 93, o al 3 16 63 74 o escribir un correo a mijardinmerida@gmail.com

¿Cuál es el precio que pagas por no estar sola?

Seamos honestas: muchas de nosotras hemos pagado precios muy altos por no saber estar solas. Nuestra cultura tiene muchas creencias muy equivocadas acerca de la soledad. Si no tienes pareja, o si vives sola, o si tus hijos han emprendido el vuelo -lo que habla de su salud mental- y tu estás sola, hay algunas personas que te miraran con una mezcla de compasión y lástima. Y justo esas personas, son probablemente las que están pagando una alta tarifa a cambio de no estar solas.

A estar sola se aprende. Es el único momento en el que puedes ser totalmente tú misma, es el momento en el que puedes experimentar esa libertad interior que tanto necesitamos. Es la oportunidad para entablar un diálogo contigo misma y conocer y reconocer a esa mujer a la que, en ocasiones, maltratas por miedo a la soledad.

En la soledad puedes pensar, puedes analizar con quién quieres estar, que quieres hacer con tu vida, que caminos debes recorrer y que conductas debes modificar. En la soledad tienes tiempo para ordenar tu vida. En la soledad te encuentras y te haces propietaria de tu vida.

Por temor a ella, soportamos maltratos. Por temor a ella, nos involucramos con seres destructivos. Por temor a ella pagamos el precio de traicionarnos a nosotras mismas. Este mundo es de los valientes. Atrévete a quedarte sola, practica día a día estar sola y encuentra el placer de habitar tu vida. Desde ese lugar, pensarás mejor, y :¿no vale la pena tomar decisiones fundamentales sobre tu vida?

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar